El sol de la mañana entraba por los ventanales del orfanato, bañando los pasillos de luz dorada. Anna caminaba con paso tranquilo, revisando algunos papeles en su carpeta, seguida de Minerva y Diana, siempre discretas, siempre alertas.
—Minerva, Diana, si quieren pueden ir a ver a los niños o acompañarme a la oficina. Aquí estamos seguras —dijo Anna con una sonrisa amable.
—Como digas, Anna —respondió Minerva, ajustando su chaqueta.
Diana decidió dar un paseo por los alrededores mientras Minerva acompañaba a Anna a la oficina de Laura para firmar unas facturas y documentos.
El aire olía a jabón y a desayuno infantil, y las risas de los niños llenaban el pasillo.
Mientras caminaba, Diana escuchó un murmullo entremezclado con risas y grititos. Siguió el sonido hasta el patio interior, donde un grupo de niñas estaba reunido en un círculo. Desde lejos, parecía que jugaban encima de algo… o de alguien.
Se acercó con curiosidad, hasta que una voz masculina, algo desesperada, emergió desde e