Mundo ficciónIniciar sesiónEl humo de la pólvora aún flotaba en el aire.
Los disparos retumbaban entre los muros del orfanato mientras Lissandro y Leandro San Marco avanzaban, disparando sin descanso.
Sus movimientos eran precisos, coordinados, casi un reflejo.
Cada hombre que intentaba acercarse al edificio caía antes de dar un paso más.
El rugido de motores anunció la llegada de refuerzos.
Por el norte, Joaquín irrumpió con sus vehículos y una docena de hombres armados.
Por el sur, tres camionetas derraparon sobre el barro, levantando polvo: de el







