En una imponente mansión en las afueras de la ciudad, Eliza, la hermana del difunto Leandro, paseaba furiosa por su despacho tras recibir una llamada que la había dejado descompuesta.
—¿Qué demonios pasó? ¿Cómo es posible que no pudieran atrapar a Camelia? ¡Estaba sola en el hospital, por todos los cielos! —vociferaba, golpeando su escritorio con el puño. —No era ella, señora, era su hermana mayor, Clavel —respondió la voz al otro lado de la línea—. ¿Acaso sabía que es hija del senador Camilo Hidalgo? El lugar se llenó de guardias en cuestión de minutos. Escapamos de milagro. Lo siento, Elisa, pero nosotros nos retiramos —y trataron de cortar la comunicación. —¡Espera, maldita sea! —gritó al teléfono—. ¿Qué disparates estás diciendo? Came