Camelia se percató de que Ariel ya no quería seguir hablando de su vida y, por ello, había cambiado de tema. Así que se puso a terminar de meter todo lo que pretendía llevar en su exclusiva cartera, que le había regalado su suegra y que hacía juego con la ropa y los zapatos que llevaba.
—Mi abuelita es una mujer muy fuerte; es la única persona en el pueblo y creo que en el mundo a la que mi familia le teme —dijo con orgullo Camelia—. Pero ahora está enferma. No puede hacer mucho, por eso quiero traerla conmigo.—Está bien, lo haremos —respondió Ariel. En ese momento, el sonido de unos motores se escuchó y él los reconoció al instante—. Oye, creo que ya llegaron a recogernos. Vamos. No te separes de mí, todo va a salir bien.Al salir del edificio, Camelia se quedó impresionada por la cantidad de autos exclusivos que hab&iac