61. LA VISITA DEL MINISTRO DE DIOS
JAIME
¿Acaso dijo que podría estar con las dos y que ella no lo consideraría inmoral?
La idea me golpeó como un puñal envuelto en terciopelo. Es absurda, impensable, contraria a todo lo que he creído. El hogar se construye con una sola persona, con un vínculo, con un juramento que ata dos vidas una sola dirección. Así ha sido siempre, así me lo enseñaron, así debería seguir siendo.
¿O no?
Esa duda, tan venenosa como persistente, se instala en mí. La voz de Cielo sigue rondando en mi cabeza, como un eco que no me deja en paz. ¿Por qué ella lo dice con tanta serenidad, como si la moral de este mundo no tuviera peso sobre la suya?
Ahora la habitación está en silencio. Ella se ha marchado y me deja a solas con mis pensamientos, aunque en verdad no estoy solo: la promesa que hemos renovado me arde en el pecho. Volveremos a estar juntos, pase lo que pase. Pero para eso debemos atravesar un obstáculo más grande incluso que el duque.
Zoraida.
Ya sé dónde se esconde. Lo descubrí casi por accide