La mañana siguiente al cierre del tercer sello amaneció con un cielo gris, opaco, como si el mundo se negara a despertar del todo. El grupo recogió sus pertenencias en silencio. Aunque la noche había transcurrido sin ataques, el ambiente seguía cargado de una energía invisible y sofocante. Nadie se atrevía a hablar del ritual, ni de las sombras que los observaron. No aún.
Adelia se puso de pie con lentitud. Aunque su cuerpo aún estaba fatigado, su mente ya se enfocaba en lo siguiente.
—No podemos quedarnos —dijo con firmeza—. Debemos encontrar el primer fragmento del cuarto sello antes de que el Vacío lo haga.
Kal asintió, repasando el mapa con gesto pensativo.
—La última pista que tenemos de mi madre habla de los fragmentos del cuarto sello repartidos en zonas fronterizas de lo que una vez fue el Reino de Arknor. Es un territorio destruido, sin ley, infestado de espectros errantes… pero si el Vacío busca esa zona, debemos adelantarnos.
—¿Cuán lejos está? —preguntó Ethan, mientras rev