El amanecer encontró al grupo ya de pie, empaquetando provisiones y asegurando los fragmentos del tercer sello. Tres piezas luminosas, grabadas con símbolos antiguos, ahora descansaban juntas en un relicario rúnico, sellado con magia ancestral por Adelia.
—¿Estamos listos para sellarlo? —preguntó Ethan, ajustando su capa.
—Sí —respondió Adelia con firmeza, acariciando la superficie del relicario—. Los fragmentos están completos. El sello puede restaurarse.
El camino hacia el lugar sagrado donde debía cerrarse el tercer portal no era del todo claro. Pero la piedra guía que el anciano del Bosque de los Tejos Grises les había entregado seguía brillando con un ritmo constante, como si latiera con dirección propia. Kal, que caminaba al frente, alzó la voz:
—El mapa marca una antigua cámara subterránea en las Ruinas de Thalen. Fue un punto de confluencia mágica… y también, según los registros de mi madre, el sitio donde se custodió originalmente este sello.
Nadie discutió. El aire tenía un