Tras abandonar las ruinas de Lyr-Dhaen, el grupo se dirigía al Reino de los Vampiros para reunirse con el rey Drak, que resistía como el último baluarte contra los demonios.
El camino estaba lleno de peligros: grietas de corrupción se abrían en la tierra, criaturas deformes merodeaban los límites de los bosques y las sombras parecían moverse con vida propia.
Cada noche, Adelia alzaba una barrera mágica mientras Ethan y Kal hacían guardia junto a los demás guerreros. No dormían realmente. Soñaban con gritos y ojos de fuego, con antiguas memorias que no les pertenecían.
La piedra de Auren era su luz, un faro ante la oscuridad creciente.
Al llegar al Reino de los Vampiros, fueron recibidos por soldados exhaustos pero firmes. Las murallas habían sido reforzadas con hechizos antiguos, y una energía poderosa se sentía en el aire. Drak los esperaba en la sala del trono, sus ojos verdes brillando con determinación. Escuchó atentamente el informe de Kal y Adelia, su ceño fruncido con preocupac