El claro donde antes había estado el corazón del Vacío seguía vibrando con la energía residual del sello activado. Aunque la amenaza inmediata había sido contenida, todos sabían que era solo el inicio.
La Sombra Primordial no había sido destruida, solo forzada a retirarse, y su esencia todavía se arrastraba en las raíces del bosque como un veneno latente.
—Sellen bien los perímetros —ordenó Kal, con el rostro cubierto de sangre y cenizas
—Nadie duerme sin guardia.
Adelia se arrodilló en el centro del cráter. La piedra de Auren brillaba tenue, como si descansara tras haber liberado parte de su poder. Ethan se acercó a ella con pasos cansados, su pecho alzándose con dificultad. Tenía una herida profunda en el costado, producto de un zarcillo oscuro que lo había alcanzado durante la batalla.
—Déjame ver eso —dijo Adelia con suavidad. El fuego blanco brotó de sus manos, cálido y vibrante, purificando la herida.
Ethan cerró los ojos, apoyando su frente en la de ella. —Lo lograste —susurró