La habitación estaba en penumbras, iluminada apenas por el resplandor cálido del fuego de la chimenea. Afuera, el viento soplaba suave, haciendo crujir las ramas más altas del bosque que rodeaba el santuario. Dentro, el silencio era denso, íntimo. Adelia y Ethan habían regresado luego de la intensa jornada con el consejo, la estrategia y el entrenamiento. La batalla se acercaba y ambos lo sabían, por eso, esta noche era diferente.
Adelia apoyó su cabeza en el hombro de Ethan, abrazándolo por la cintura. Él respondió envolviéndola con sus brazos y descansando su mentón en su cabello. Permanecieron así por unos minutos, sintiendo el calor compartido, el vínculo entre sus marcas aún vibrante bajo sus ropas.
Fue ella quien alzó el rostro primero. Sus ojos azules lo buscaron con ternura. Ethan la miró con intensidad, acariciándole la mejilla.
—No sabemos cuándo volveremos a tener un momento como este —susurró ella.
—Lo sé —respondió él, tomando su rostro entre las manos—. Pero esta noche..