CAPÍTULO DIECISIETE: EL TRATO DE LOS ENEMIGOS.
Matthew Vaughn.
El sonido del clic de la puerta al cerrarse resonó en la oficina, un eco burlesco que me recordaba la trampa que Damon Collins acababa de sellar. ¡Lo había logrado! Él había salido victorioso, dejándome a solas con mi futuro, y mi problema, en tacones de aguja.
Me pasé una mano por la cara, sintiendo el ardor del agotamiento y la humillación. Mi ira contra Damon se había esfumado, reemplazada por una mezcla incomprensible de fascinación y un pánico helado ante la mujer que se paraba frente a mí.
Un latido diferente, casi magnético, se apoderó de mi pecho. Era la misma extraña e innegable sensación de conexión que sentí en el aeropuerto. Estar cerca de ella me generaba una tensión que no experimentaba ni en la sala de juntas.
—No puedo creer que haya hecho eso —murmuré, refiriéndome a la manipulación de Damon, pero mis ojos no podían apartarse de Alice.
Ella no respondió de inmediato. Recogió el documento ya arrugado d