El bosque se cerraba sobre ellos como una bóveda viviente. Eva caminaba junto a Lucian por un sendero apenas visible entre la maleza, siguiendo a una mujer de cabello blanco que se movía con la agilidad de alguien mucho más joven. Habían llegado al amanecer a las afueras de un pequeño pueblo en las montañas, siguiendo las coordenadas que Elías les había proporcionado antes de desaparecer.
—¿Estás seguro de que podemos confiar en ellos? —susurró Eva, sintiendo cómo la humedad del bosque se adhería a su piel.
Lucian mantenía la mirada fija en la espalda de su guía.
—No tenemos alternativa. El Aquelarre de los Tres Vientos es el único que conserva registros anteriores a la Purga. Si alguien sabe cómo romper la maldición, son ellos.
La mujer que los guiaba se detuvo abruptamente y se volvió hacia ellos. Sus ojos, de un gris casi translúcido, estudiaron a Eva con una intensidad incómoda.
—El Consejo los recibirá, pero no puedo garantizar su ayuda —dijo con voz áspera—. Especialmente para e