La mansión de Lucian guardaba secretos en cada rincón, como si las paredes mismas respiraran memorias antiguas. Eva lo había notado desde el primer día, pero ahora, mientras recorría el ala este —aquella que Lucian le había pedido explícitamente que no visitara— sentía la presencia del pasado con mayor intensidad. Sus dedos rozaron el papel tapiz descolorido, siguiendo patrones que parecían palpitar bajo su tacto.
No había planeado desobedecer. Simplemente había seguido a una polilla de alas plateadas que revoloteaba como si quisiera mostrarle algo. La criatura la guió hasta una habitación pequeña, casi un armario, oculta tras un panel que cedió con sorprendente facilidad bajo su empuje.
—¿Qué es este lugar? —susurró para sí misma.
El espacio estaba dominado por un escritorio de madera oscura. Sobre él, un libro encuadernado en cuero negro descansaba como si hubiera estado esperándola durante siglos. La polilla plateada se posó sobre la cubierta y desapareció en un destello de luz.
Ev