20-Un retrato especial...
El tercer día en el yate amaneció con un cielo limpio y una brisa suave. Nas empezaba a sentir que podía respirar sin ese peso constante en el pecho, como si el mar le hubiera robado parte del miedo que llevaba encima.
Dominik, en cambio, estaba más callado de lo habitual. Se mantenía revisando su teléfono, como si esperara un mensaje específico.
Al mediodía, el sonido de un motor interrumpió la calma. Desde la cubierta, Nas vio una lancha acercarse a toda velocidad. Teo estaba al mando, con expresión seria.
—¿Tan pronto? —murmuró Dominik, dejando su taza de café a un lado.
Teo subió al yate con un salto ágil y saludó con una breve inclinación de cabeza a Nas, pero su atención fue directo para su jefe.
—Hablé con Sandoval. Tenemos un acuerdo… por ahora.
—Por ahora —repitió Dominik, con un dejo de ironía—. ¿Qué condición puso?
Teo vaciló, mirando de reojo a Nas antes de responder.
—Quiere que la deuda con su hijo se compense con un encargo. Una obra, pintada por usted.