El mar se extendía infinito en todas direcciones, un espejo líquido que reflejaba el cielo despejado. El yate avanzaba con suavidad, ajeno al mundo que habían dejado atrás. Para Nas, era como flotar en un lugar sin tiempo… aunque las imágenes del ataque aún aparecían de vez en cuando, robándole el aliento.

Dominik pasó la mayor parte del día revisando llamadas con Teo, asegurándose de que sus hombres avanzaran en las “negociaciones” con Sandoval. Nunca le contaba a ella los detalles, pero cada vez que colgaba, su expresión se endurecía un poco más.

Por la tarde, Nas salió a cubierta y lo encontró pintando. No un cuadro para vender, no una de esas piezas calculadas para compradores ricos… sino algo distinto. Trazos rápidos, casi impulsivos. El azul del mar y el dorado del sol se mezclaban en el lienzo con un toque de fuego.

—No sabía que pintaba paisajes —comentó ella, acercándose.

—No suelo hacerlo. —Sin mirarla, dejó que el pincel recorriera otra línea—. Pero supongo que a ve