¿No me conoces? Puedo recordarte mis caricias...
El Alfa ya la había observado detenidamente mientras estuvo inconsciente. Elizabeth comenzó a despertar poco a poco. Sus bellos ojos azules se dejaron ver por fin.
— ¿Qué me pasó...? ¿En dónde...? — A la chica de cabellos platinados se le vinieron las imágenes de los dos apuestos hombres que la habían traído hasta esa habitación.
Lo primero que vió fue al apuesto Adonis que aguardaba recargado en el escritorio con una de sus manos dentro del pantalón, ese traje que vestía lo hacía ver muy atractivo, misterioso, e inalcanzable.
— Por fin despiertas, creí que te ibas a quedar así hasta que te diera el beso del primer amor.
El Alfa por supuesto que estaba siendo sarcástico, aunque sentía una extraña y poca conexión con esa mujer desconocida, aún era eso, una completa desconocida por la que no podía sentir nada, al igual que no podía sentir nada por nadie. El estaba simplemente maldito.
La pediatra se recogió las piernas tratando de alejarse de ese imponente hombre que la