Si, el cachorro es tuyo...
Al ver la impresión desmedida en los azules ojos de la mujer que llevaba a su cachorro, el Alfa se dió cuenta de que se había excedido con ella.
Por el momento no podría explicarle como era que sabía que estaba embarazada, no podía simplemente decirle que él podía oler a su lobezno en su vientre.
— Dime, ¿Hubo consecuencias de esa noche que pasamos juntos? ¿Te quedaste en cinta? Puedes ser honesta conmigo.
— ¡No! ¿Qué te hace pensar eso? — Elizabeth se llevó una mano a los labios, sin querer se había delatado, pero es que ese hombre había hecho una pregunta tan directa. Ella tenía que negarse, no hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo poderoso que era ese sujeto.
— ¿Ahora sí te acuerdas de mi, eh? — Cómo podrías olvidarme tan fácilmente, mujer, pensó el lobo — Responde mi pregunta, y no me mientas, si es así lo sabré de todos modos.
— ¡Solo tuvimos una noche de sexo, no le des tanta importancia, no estoy embarazada, y si lo estuviera, no significa que sea tuyo.