Un Alfa consentidor. 
  Esa noche cuando pasaron a una habitación a Emiliano, fué Yara quien se quedó a su lado para cuidarlo, ella se acostó en el sofá de al lado y se cubrió con una manta. Ella todavía llevaba el modesto vestido que vestían las doncellas de su manada.
  Cada tanto ella se despertaba e iba a echarle un vistazo al Alfas, lo pudo observar todo lo que quiso, hasta el último detalle, la loba creía que nunca se iba a cansar de mirarlo, era tan atractivo que la hechizaba.
  — ¡Yara...!
  Se le escuchó al Alfa llamar a su luna, ella de inmediato se despertó y se apresuró a ir a su lado.
  — !Emiliano, has despertado, por la diosa luna! ¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho? Yo... Siento mucho haberte causado problemas, si no nos hubiéramos encontrado...
  — Si no nos hubiéramos encontrado seguiría siendo ese lobo solitario que te anhelaba con todo su ser, no me arrepiento de nada. Debes saber que esto que pasó no fue tu culpa, la culpa es de ese miserable que te maltrató.
  — Emiliano... — Yara ve