Elizabeth había respondido con murmullos, ella no podía evitar sentirse cansada y sin energía alguna para hacer cosas habituales en el día.
— Vladish... Déjame dormir otro ratito, solo un poco más...
— Ahss... No puedes quedarte aquí, esto está muy alto, te me vas a matar, mujer. Ven aquí.
El vampiro tomó en sus brazos a la bella ojiazul y la llevó a su habitación, con mucho cuidado la arropó antes de salir. Después bajó y los demás vampiros lo abordaron.
— Vladish, pensé que estabas practicando con la doctora en el bosque. ¿Qué haces aquí?
— ¿Necesito tu permiso para estar en la villa, Darío?
— Wow, que genio el que te cargas.
— Amo, concedame un deseo. — Bromeaba uno de los vampiros cercanos al rey.
— Te enviaré al desierto del Sahara a vigilar las dunas y sus cambios. — Deseo concedido.
— ¿Es broma... Cierto? ¿Seguimos jugando, amo?
— Yo nunca juego, te vas mañana.
El vampiro se quedó clavado en su sitio, él solamente estaba jugando un poco, ahora se tend