Luna
El amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación principal, dibujando patrones dorados sobre la piel desnuda de Luna. Abrió los ojos lentamente, encontrándose envuelta en los fuertes brazos de Zane. Su respiración era profunda y rítmica, señal de que seguía dormido. Con delicadeza, pasó sus dedos por el contorno de su mandíbula, maravillándose de cómo este hombre, temido por tantos, podía parecer tan en paz mientras dormía.
Tres semanas habían pasado desde la ceremonia que la había convertido oficialmente en la Luna de la manada. Tres semanas de adaptación, de aprendizaje, de descubrir lo que significaba ser la compañera del Alfa más poderoso del territorio.
—Buenos días —murmuró Zane, sin abrir los ojos, pero con una sonrisa formándose en sus labios.
—Buenos días —respondió ella, inclinándose para depositar un suave beso en su mejilla—. ¿Cómo supiste que estaba despierta?
—Tu corazón. Late diferente cuando duermes —explicó él, abriendo finalmente los ojos para mirarla c