Luna
La luz del amanecer se filtraba por la ventana de la habitación de Luna, dibujando patrones dorados sobre las sábanas arrugadas. No había dormido bien. Las pesadillas la habían atormentado toda la noche, imágenes de Zane herido, de la manada destruida, todo por su culpa. Se incorporó lentamente, sintiendo el peso de la culpa sobre sus hombros como una carga física.
—¿Qué he hecho? —susurró para sí misma, pasándose los dedos por el cabello enmarañado.
Había traído el peligro a la puerta de Zane sin siquiera saberlo. Los enemigos de su antigua manada la habían seguido hasta aquí, y ahora todos estaban en riesgo. El ataque de ayer había sido solo una advertencia, estaba segura. Lo peor estaba por venir.
Se levantó y se acercó a la ventana. Desde allí podía ver parte del territorio de la manada. Lobos en forma humana iban y venían, ocupados en sus tareas diarias. Algunos la miraban con recelo cuando pasaban cerca de la casa del Alfa. No los culpaba. Era una extraña, una intrusa que h