C8- ¿NO TIENE LOBO?

C8- ¿NO TIENE LOBO?

La ceremonia avanzaba lenta, demasiado lenta para el gusto de Rowan. Tenía la mano de Anya entre las suyas y aunque su piel estaba fría, el fuego que recorría sus venas parecía abrasarlo.

Aun así no la soltó. No podía, porque aunque su razón le gritaba que lo hiciera antes de que fuera tarde, Kion rugía y se aferraba a ella como si estuviera en celo.

“Mía. Es mía”

«Cállate —le respondió mentalmente—. No es tuya ni mía. Esto es un contrato.»

“Contrato mis garras. ¡Es nuestra hembra!”

Rowan apretó la mandíbula.

¿De dónde demonios había sacado Lía a esa mujer? Se suponía que era su amiga, eso había dicho, pero jamás la había visto. Y aunque confiaba en Lía más que en muchos guerreros, en ese instante se preguntó si no había cometido un error.

El recuerdo de su conversación con ella volvió con nitidez.

«Necesito una esposa», le había dicho.

Y aunque Lía lo miró como si estuviera loco —porque ella había querido a Alana casi como una hermana—, aceptó ayudarlo. Sabía que la manada necesitaba una Luna y que Selene Ward jamás sería opción.

Pero él había sido claro: cualquier mujer serviría, siempre que aceptara una condición.

«Dile que no se enamore»

Un día después, ya tenía candidata. Demasiado rápido, incluso para Lía. Y ahora, mientras el oficiante hablaba, Rowan apenas escuchaba, porque esa mujer le tenía los sentidos de cabeza.

En cuanto a Anya respiraba nerviosa, se movía de pie en pie, tragaba saliva como si el aire le faltara. Sin saber que su aroma estaba enloqueciendo a Rowan quien se obligaba a mantenerse recto y frío, como si nada pudiera tocarlo.

Hasta que llegó el momento de levantar el velo.

Podría haberse saltado esa parte, pero en el fondo quería hacerlo. Quería ver sus ojos, sus labios, asegurarse de que no era un espejismo, así que levantó la tela despacio, y cuando se encontró con esos ojos aguamarina, el aire se le atascó en el pecho.

Y Kion rugió con una fuerza que lo sacudió.

“Márcala. Hazla nuestra”

Rowan se quedó helado. Ya no era solo atracción, era algo primitivo, una necesidad de pertenencia que lo impulsaba a atarla el para siempre.

«No» le espetó a su lobo.

“Hazlo es nuestra segunda oportunidad” gruñó Kion con impaciencia.

Y Rowan sintió que el control se le escapaba. Había pedido una mujer cualquiera, alguien que pudiera cumplir seis meses sin hacer preguntas y no exigir nada. Y ahora Lía le había traído a alguien que ponía a prueba su autocontrol con cada respiro.

Entonces lo notó.

Algo que lo desconcertó aún más. No podía percibir a su lobo, en su naturaleza estaba que al tocar a su pareja, el eco salvaje respondía de inmediato, vibraba en lo profundo, pero con Anya, no escuchó nada.

Ni un susurro. Ni una chispa.

Kion la reconocía como suya, lo hacía con convicción, pero ella estaba en silencio.

¿Era posible que fuera una loba sin lobo?

Eso era raro, pero no imposible. Y si lo era… ¿cómo sobreviviría en su manada?

El oficiante carraspeó y Rowan salió de sus pensamientos y sin pensarlo, la atrajo por la cintura. Sintió su cuerpo temblar contra el suyo, pero encajaba como si se hubiera hecho para estar allí.

Y la besó.

No suave, ni contenido.

Fue un beso que lo obligó a olvidar por un instante que todo era un contrato. Anya se tensó al principio, pero después la sintió aferrarse, apenas un poco, como si tampoco pudiera escapar de lo que sentía.

Por dentro se maldecía.

Estaba cayendo por esa mujer, y eso era lo último que podía permitirse.

«No. No puede ser. No puedo sentir esto. No cuando acabo de perder a Alana. ¡No después de enterrar a mi hijo!»

El recuerdo de lo perdido apagó de golpe el deseo y se apartó con dureza, y aunque Anya lamió nerviosa sus labios, encendiéndolo más, él apretó los dientes hasta dolerse.

—Bienvenida a la manada, Luna Blackwood —susurró en su oído de forma fría—. Pero te advierto, no te confundas ni esperes nada. Recuerda que eres una carga que elegí y que mi corazón para ti… permanecerá frio.

La sintió estremecerse por sus palabras y aunque eso hizo que se sintiera una m****a.

Se juró no caer por ella, ni por nadie.

Porque Alana estaba grabada en su alma y jamás ensuciaría su recuerdo con otra.

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