Han pasado casi 10 días desde el colapso de Ángel en la avenida, luego de ese encuentro con Coromoto, desde entonces, las horas parecían arrastrarse lentamente, como si el tiempo mismo tuviera compasión de él, permitiéndole asimilar poco a poco el dolor que aún lo atenazaba.
Su mente seguía reviviendo la conversación con ella: las palabras que ella le había dicho, la bofetada que nunca dejó de resonar en su rostro, y a pesar de la tranquilidad que había encontrado en los brazos de su madre, algo seguía roto dentro de él, algo que ni el silencio ni el consuelo parecían reparar.Ese día, como en tantos otros, Ángel caminaba por las calles de la ciudad, sumido en sus pensamientos, cuando de repente la vio: Paola, sentada en la esquina de la cafetería que solían frecuentar.Ella levantó la mirada y al verlo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.Paola no siempre había sido su amiga, pero el tiempo, la vida y el dolor compartido la habían transformado en alguien