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CAPITULO 22: El vestido Azul

Luego de varios días tormentosos todo parecía retornar a la calma en la relación de Ángel y Coromoto.

Ella demostraba estar bien sin importar el infierno que vivía en su casa junto a su esposo, sabia que si dejaba a William le complicaría demasiado estar con sus hijos, ella estaba sola en chile y los niños quedarían con su papá y abuela paterna, y aunque el amor por Ángel fuera inmenso, solo por eso no podía dejar a William y en el fondo él también lo sabía.

El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas cuando Coromoto y Ángel se sentaron juntos en un jardín del hospital, junto a la estatua de una virgen, lejos del bullicio de los pasillos, y los pacientes.

Había sido un día tranquilo, de esos que la vida les regalaba después de las tormentas.

El viento suave movía las ramas de los árboles, creando una melodía suave y constante. Coromoto no hablaba mucho últimamente, pero Ángel lo sabía.

Había cambios en su interior, sutiles pero profundos, y él estaba dispuesto a esperar, a darle espacio para que encontrara el camino que aún no entendía por completo.

—He estado pensando… dijo ella, mirando el horizonte con los ojos perdidos en la lejanía—Sobre lo que quiero… sobre lo que busco.

Ángel la observó en silencio, percibiendo las sombras que se deslizaban por su rostro.

Sabía que esa era la primera vez que Coromoto se permitía hablar de lo que sentía sin guardarse nada.

Habían pasado casi 5 meses desde que su relación comenzó, pero aún había muchas preguntas sin respuesta.

La luz dorada del atardecer iluminaba su rostro, y por primera vez, Coromoto parecía más tranquila, como si las piezas del rompecabezas de su vida comenzaran a encajar.

—¿Y qué has encontrado en tus pensamientos? —preguntó Ángel, su voz cálida, casi un susurro.

Coromoto sonrió ligeramente, un gesto lleno de nostalgia y algo de miedo.

En esos meses, Ángel había sido su refugio, su apoyo, el lugar donde su alma herida había aprendido a descansar. con él había comenzado a sentirse, por primera vez en mucho tiempo, amada, deseada, completa. Pero las sombras de su vida pasada, las decisiones que aún debía tomar, seguían rondando en su mente.

—¿Sabes? A veces me imagino… a veces pienso en un futuro diferente — dijo, con una suavidad que hizo que Ángel contuviera el aliento—

Uno donde todo sea sencillo, donde no haya tantas dudas, ni tanto miedo.

Ángel la miró con curiosidad, sin interrumpirla. Sabía que algo importante estaba por salir de sus labios.

—Imagina… — continuó Coromoto, como si estuviera hablando más para sí misma que para él—

Imagina que estamos en una iglesia.

Yo estoy allí, caminando hacia ti, con un vestido de novia azul, azul rey. Y el pasillo está adornado con girasoles, girasoles que iluminarán mi camino mientras voy hacia ti. Y tú me estás esperando, vestido también con un traje de color azul, como si todo tuviera sentido en ese momento, como si fuéramos lo único que importa.

Ángel sintió un nudo en el estómago, pero una sensación de paz lo invadió al ver la imagen que ella había dibujado en su mente.

La idea de estar con ella, de compartir ese momento de pureza, de amor, le parecía un sueño tan lejano y al mismo tiempo tan cercano.

—¿Te gustaría eso? —preguntó él, con su voz grave y cargada de emoción.

Coromoto lo miró, y por primera vez en semanas, vio en sus ojos una chispa de esperanza.

Era un sueño bonito, uno en el que podía ver una vida diferente, una vida donde el pasado no pesara tanto. Pero, al mismo tiempo, el futuro seguía siendo incierto, y el peso de sus decisiones se hacía más grande con cada día que pasaba.

—No lo sé… —respondió, sin dejar de mirarlo—

Es tan hermoso, pero también tan aterrador.

No sé si podremos…

El silencio entre ellos se alargó, y por un momento, Coromoto pensó que las palabras nunca llegarían a resolver lo que sentía.

Ella quería ese futuro, ese sueño de amor, pero su corazón seguía dividido. A pesar de la calidez de Ángel, a pesar de las caricias y los momentos compartidos, las dudas seguían presentes.

La vida real, con sus responsabilidades y decisiones, no desaparecía solo porque ella se permitiera soñar con un vestido azul y un altar adornado con flores.

Ángel la abrazó entonces, rodeándola con los brazos como un refugio seguro.

No necesitaba presionarla, no necesitaba respuestas inmediatas.

Sabía que Coromoto tenía que encontrar su camino por sí misma, sin importar cuán incierto fuera.—

Lo que sea que decidas Coromoto, yo estaré a tu lado siempre —le susurró al oído, como una promesa silenciosa.

No te pido que tengas todas las respuestas ahora. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre tendrás un lugar en mi vida.

Ella cerró los ojos, disfrutando de su abrazo. Por un momento, el peso de sus pensamientos se aligeró, y aunque las dudas seguían acechando, algo en su interior le decía que, por primera vez, no estaba sola en esa batalla.

El día terminó, y Coromoto volvió a casa, al hogar que aún compartía con William.

La nostalgia y la tristeza llenaban cada rincón, pero en su pecho algo nuevo había nacido.

No tenía claro si algún día se casaría con Ángel, si algún día ese vestido azul sería más que un sueño. Pero por primera vez, había vislumbrado la posibilidad de un futuro distinto, uno en el que ella misma tuviera el poder de elegir.

Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, las imágenes del vestido azul, de los girasoles, del altar esperándola, seguían bailando en su mente. Tal vez ese futuro no estuviera tan lejos, tal vez, algún día, ese sueño podría ser real. Pero hasta entonces, tendría que caminar por su propio camino, enfrentando sus miedos y, tal vez, finalmente encontrando lo que realmente quería.

 El vestido azul seguía en sus pensamientos, como una promesa de lo que aún podría llegar a ser.

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