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CAPITULO 18: Coromoto en la fábrica de chocolate

Ya habían transcurrido varias semanas desde que Ángel y Coromoto retomaron su relación.

A pesar de las pocas horas que podían pasar juntos, todo marchaba sobre ruedas.

El amor entre ellos parecía desbordarse en los pequeños momentos que compartían.

Los encuentros furtivos en un motel cercano al hospital o en ese pequeño cuartucho donde el deseo y la pasión se desbordaban sin reservas. Ángel había aceptado trabajar por unas semanas en el turno de día para poder pasar más tiempo junto a Coromoto

Sin embargo, ese mismo día Coromoto le dio a Ángel una noticia que cambiaría su rutina por unos días. Con voz suave y cierta preocupación en el rostro, le explicó que debía ir a trabajar fuera del hospital junto a Patricia, Paola y Jazmín. Se trataría de unas tareas de aseo en un lugar alejado, y el horario de salida le impediría ver a Ángel durante algunos días. Aunque la noticia la entristecía, era una oportunidad que no podía dejar escapar.

Le pagarían un poco más de lo que ganaba en el hospital.

necesitaba ese dinero extra ya que su esposo William, había tenido un problema con su auto y producto de eso su presupuesto se había desajustado.

Ángel, aunque no estaba contento con la idea de estar sin ella, comprendió.— “Haz lo que tengas que hacer, Coromoto.

Lo importante es que todo salga bien”— dijo, aunque sus palabras no disimulaban del todo su preocupación.

Cuando Coromoto comenzó a alistarse para comenzar a trabajar y Ángel se dirigía a la puerta de salida.

se encontró con Patricia, quien en medio del saludo y conversación sobre los días que se venían.

—“He decidido no ir esta vez”— dijo Patricia, casi en un susurro.

—Necesito ese dinero extra, pero “William es quien nos llevará en las mañanas, y no quiero estar cerca de él.

No me gusta la forma en que Coromoto cambia cuando está con él, como si tuviera miedo de ser ella misma.

Es como si se sintiera presionada a ocultar su esencia, y sinceramente Ángel, no es la misma que cuando está contigo.”— expresó con un tono extraño en su voz, mientras bajaba la mirada.

Ángel frunció el ceño.

Sabía que algo no estaba bien en esa relación, si sabía de la frialdad de William y los engaños, pero nunca imaginó que fuera tan grave la situación.

Coromoto siempre había sido abierta y natural con él, pero ¿realmente se sentía presionada por William?

No podía evitarlo, algo en su estómago se revolvía con esa nueva información.

El tiempo pasó sin que pudieran verse. Dos largos y eternos días. Sin embargo, se mantenían en contacto, enviándose fotos, mensajes y llamadas.

Coromoto, desde la fábrica de chocolates, parecía estar viviendo en un sueño dulce. —“Es como estar en el paraíso, Ángel”.— le había dicho una tarde, su voz cargada de entusiasmo.—“Hay máquinas de chocolate por todos lados.

Me dan ganas de meterlos en mis bolsillos y llevármelos a casa. ¡Es tan mágico!”

Coromoto se sentía como una niña nuevamente y en su voz pese al arduo trabajo que le tocaba ,se sentía feliz

A pesar de la distancia, Ángel sentía como si pudiera ver esa sonrisa en su rostro a través de cada mensaje, Pero ese tercer día… fue diferente. Aunque siempre había una foto, un mensaje, una llamada en las tardes, esa vez no hubo nada. El mediodía pasó sin noticias. El sol se escondió tras las nubes, y la lluvia comenzó a caer con fuerza.

Ángel se levantó de su asiento, mirando el teléfono con el corazón agitado.

Algo no estaba bien. Y fue en ese instante, cuando ya comenzaba a perder la esperanza, cuando escuchó una voz a lo lejos.

“¿Acaso no piensas venir a saludarme?”

Se giró rápidamente. Y allí, entre la niebla de la lluvia, estaba ella.

Coromoto, completamente empapada, con el cabello pegado a su rostro y la ropa completamente mojada que se pegaba a su cuerpo.

En ese momento la lluvia y el frío perdieron importancia.

Lo único que importaba era que ella estaba allí, justo frente a él.

La distancia entre los dos desapareció en un instante, y sin pensarlo, Ángel corrió hacia ella, la abrazó y la besó con una pasión arrebatadora.

—“¡No pude aguantar más Ángel!”,— exclamó ella entre risas nerviosas, su voz temblorosa por el frío y la emoción. —“Te extrañaba tanto. El trabajo fue eterno, y no podía quedarme allí ni un minuto más.”—

Ambos, sin decir palabra, se adentraron en un pequeño lugar apartado, lejos de la mirada de la gente.

Estaba todo lleno de polvo a su alrededor, pero a ninguno de los dos les importó.

Lo único que importaba era el poder estar juntos. El amor entre ellos estalló en una mezcla de caricias y besos, un refugio en medio de la tormenta. Nada más tenía sentido en ese momento.

Coromoto se sacó la ropa mojada y entre besos, abrazos y caricias la humedad de su cuerpo se evaporaba mientras hacían el amor llenos de pasión como si fuera su primera vez

Cuando todo terminó, Coromoto lo miró con una sonrisa, cansada pero plena. Debo irme. Tengo que trabajar en la pizzería con William.

No puedo faltar, Pero necesitaba tanto verte antes de ir.

“Prometo que mañana, sin falta, voy a venir a verte de nuevo, lo prometo.”

Con sus ropas aún empapadas y su rostro sucio por el polvo, Coromoto salió de allí.

La lluvia, como un pequeño milagro, limpió las huellas de lo que quedaba de su encuentro. Mientras se alejaba.

Ángel la observó por un momento, preguntándose si todo lo que había sentido esa tarde sería suficiente para enfrentar lo que vendría, Pero mientras veía cómo la figura de Coromoto se desvanecía bajo el aguacero, se sintió más convencido que nunca de que, sin importar lo que pasara, su amor seguiría siendo el motor que los unía.

La lluvia caía borrando las huellas de sus besos…pero, jamás el recuerdo de aquella tarde.

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