Coromoto caminaba con paso firme por las mismas calles grises que siempre había recorrido, pero algo había cambiado en ella. Ya no era la misma mujer que se deslizaba por la vida sin energía, sin esperanza, atrapada en su propio dolor. Ahora, algo en su interior comenzaba a latir con fuerza.
Ángel había encendido una chispa que, aunque aún pequeña, brillaba en su corazón. Cada encuentro con él le recordaba lo que había olvidado: que había vida más allá del sufrimiento, que el amor aún era posible. Al principio, todo había comenzado con pequeños gestos: Un café compartido, una sonrisa sincera, una conversación ligera. No había promesas, solo momentos de conexión que, poco a poco, la hicieron sentir que, tal vez, merecía algo más que la monotonía de su vida con William. Ángel no la veía como la mujer rota que había sido, sino como una mujer que aún podía ser feliz, que aún tenía algo que ofrecer al mundo. Y eso, para Coromoto, era una revelación. Los días pasaron rápidamente, y ella comenzó a buscar excusas para ver a Ángel. No era solo el deseo de estar cerca de él lo que la motivaba, sino el modo en que él la hacía sentir. Cada vez que se encontraban, ya fuera en el hospital, en un parque cercano o incluso en una cafetería. Coromoto sentía que el peso de sus preocupaciones se aliviaba un poco. En esos momentos, las voces críticas de su pasado se silenciaban, y solo quedaba el presente, el ahora, un momento fugaz pero lleno de esperanza. Ángel se convirtió en su compañero, pero no en el sentido tradicional de un amor inmediato. Era más bien una compañía tranquila, un refugio para su alma cansada. Compartían pequeños detalles: ir a realizar tramites juntos, ayudarse con tareas cotidianas como una simple hora en el consultorio, hablar sobre películas, o simplemente caminar juntos bajo la luz tenue de la luna. A veces, Coromoto se sorprendía de lo fácil que era estar con él, de cómo podía ser ella misma, sin miedo a ser juzgada. Pero, a medida que pasaba el tiempo, la realidad comenzaba a pesar sobre ella. ¿Qué estaba haciendo realmente? A veces, cuando miraba a sus hijos, cuando sentía la rutina pesada del hogar, el dolor de la traición y la mentira de su matrimonio con William la golpeaba con fuerza. Sentía que, por una parte, estaba deshonrando la promesa que había hecho de estar con él para siempre. Pero, por otro lado, cada vez que veía a Ángel, se sentía viva, como si su corazón hubiera comenzado a latir de nuevo después de años de estar adormecido. Una noche, mientras Coromoto se encontraba saliendo del trabajo hacia la pizzería, Ángel la esperaba en la entrada del hospital. La luz de la farola cercana iluminaba su rostro, y en sus ojos brillaba algo más que el reflejo de la luz: había una emoción palpable, algo que Coromoto no podía ignorar. Él la miró con una sonrisa y sin decir nada, se ofreció a acompañarla Hasta el metro pedrero Durante el trayecto, Coromoto no podía evitar sentirse un poco inquieta. Algo en el aire parecía diferente, como si la conversación que estaba por suceder iba a cambiar las cosas para siempre. Ángel la observaba de vez en cuando, y su mirada estaba llena de una intensidad que hacía que Coromoto se sintiera incómoda, pero a la vez, deseada. Al llegar a las escaleras de la estación de metro, mientras bajaban Ángel se detuvo y con un suspiro, se volvió hacia ella. Coromoto, algo sorprendida por la detención, lo miró fijamente, buscando entender lo que estaba pasando. —¿Sabes? —comenzó él, su voz suave, como si pensara cuidadosamente cada palabra—. Llevo un tiempo queriendo preguntarte algo, pero no encontraba el momento adecuado. Coromoto arqueó una ceja, algo confundida, pero al mismo tiempo, su corazón comenzó a latir con más fuerza. Su intuición le decía que algo importante estaba por suceder. —¿Qué pasa, Ángel? —preguntó, intentando sonar casual, pero el nerviosismo era evidente en su voz. Ángel la miró por un momento, como si estuviera buscando la mejor forma de expresarse. Luego, con una sonrisa, soltó una pregunta que hizo que el mundo de Coromoto pareciera detenerse por un instante. —¿Me darías el privilegio de ser tu novio? Coromoto se quedó paralizada. La pregunta flotó en el aire, y por un momento, ella pensó que estaba soñando, que todo eso era una broma. Miró a Ángel, tratando de leer en su rostro si lo que acababa de escuchar era real o si él simplemente estaba jugando con ella. Pero su expresión era seria, esperanzada, como si estuviera esperando ansiosamente su respuesta. —¿Qué? —preguntó, incrédula. No podía creer lo que acababa de oír. Ángel se rió suavemente, notando la confusión en su rostro. —Sé que no es el momento ni el lugar, pero quería decírtelo. No puedo seguir guardándolo dentro. Me gustas Coromoto, y quiero estar contigo. De una forma sincera, no solo como un simple amigo o compañero de trabajo. Coromoto sintió un torbellino de emociones invadiendo su mente. ¿Qué debía hacer? ¿Qué significaba eso para ella, para su vida? Sabía que su matrimonio con William estaba roto, pero aún sentía que su compromiso con él, aunque desgastado, era un ancla que no podía soltar con facilidad. La idea de tener algo serio con Ángel parecía demasiado arriesgada, demasiado rápido. Además, ¿realmente estaba lista para una relación, para abrir su corazón a otro hombre? Sin embargo, en ese mismo instante, una pequeña voz en su interior le susurró que no podía dejar pasar esa oportunidad. Ángel la miraba con una ternura que nunca había conocido en William, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía vista, apreciada. ¿No merecía ella la oportunidad de ser feliz, incluso si eso significaba caminar por un camino incierto? Con un suspiro, Coromoto miró a Ángel a los ojos y, finalmente, dijo lo que su corazón ya había comenzado a sentir. —Sí. Sí, quiero ser tu novia.💕 Ángel la abrazó con una calidez inesperada, la besó suavemente y por un momento, Coromoto se sintió protegida, como si todo fuera posible, como si el futuro ya no estuviera marcado por el dolor y las mentiras, pero ella debía continuar su viaje hacia la pizzería. Ángel la acompañó para que abordara un bus, lamentablemente, el viaje juntos al menos esa noche, solo llegaba hasta ahí Pero, a medida que avanzaba la noche en la pizzería, algo dentro de ella seguía inquieta. ¿Era esto lo correcto? ¿Podía realmente permitirse ser feliz con Ángel sin perderse a sí misma en el proceso? A medida que la incertidumbre crecía, el conflicto interno de Coromoto aumentaba. A pesar de la emoción de estar con Ángel. el miedo a traicionar su matrimonio, a romper su familia, la seguía atormentando. ¿Era posible ser feliz sin destruir lo que quedaba de su vida anterior? ¿Podría ella construir una nueva historia de amor sin abandonar la vida que, por difícil que fuera, todavía compartía con William y sus hijos? El dilema de Coromoto era profundo y doloroso. La decisión que había tomado esa noche, al aceptar la propuesta de Ángel, no resolvía todo. De hecho, lo complicaba aún más. Ahora, con un latido nuevo en su pecho, también sentía el peso de la responsabilidad de lo que había comenzado. No había vuelta atrás, y su corazón no sabía si eso era lo correcto o si solo era una ilusión en medio de la oscuridad de su vida. Solo el tiempo diría si podía encontrar un equilibrio entre las dos vidas que ahora se entrelazaban, una de dolor y sacrificio, y la otra de esperanza y amor naciente. Pero, por ahora, Coromoto sentía algo que había estado ausente durante tanto tiempo: una pequeña luz en su corazón, el primer latido de un amor que, aunque incierto, la hacía sentir viva.Cada mañana, Coromoto y Ángel se encontraban con puntualidad casi religiosa en una esquina cercana a la casa de Coromoto. Era una pequeña parada antes de dirigirse al hospital, el lugar donde ambos trabajaban. La casa de Coromoto quedaba justo a la vuelta de la esquina, y aunque el hospital no estaba lejos, el amor por el que ambos luchaban, aunque callado, ya era lo suficientemente fuerte como para convertir esas primeras horas del día en su pequeño refugio. Las horas dentro del hospital eran rápidas, pero la salida nunca garantizaba que pudieran verse. El trabajo extra de Coromoto en la pizzería, las responsabilidades familiares, las llegadas intempestivas de su esposo William… todo conspiraba en su contra. Sin embargo, la oscuridad de las primeras horas de la mañana parecía entenderlo todo y actuaba como cómplice. permitiendo que sus miradas y sonrisas se encontraran sin ser vistas por nadie. Pero cada vez era más difícil ocultarlo. Las sonrisas, los susurros, esos pequeños ge
El sol de la tarde caía suavemente sobre la ciudad, iluminando las calles tranquilas que rodeaban la casa de Coromoto Ese día, no solo Ángel había hecho una nueva amiga en Patricia, sino también en Paola. Cuando se cruzaron por primera vez, no fue necesario dijera nada. Patricia, con su característico modo de ser, era probable que ya le había dicho no solo que había hablado de Ángel, sino que seguramente le había contado todo lo que debía saber. Sin embargo, el nerviosismo de él seguía palpable mientras se encontraba frente a Paola.La señora lo observaba con detenimiento, buscando alguna señal, algún detalle que pudiera confirmar sus intuiciones.—¿Te incomoda que te observe? —preguntó Paola, rompiendo el silencio con una sonrisa amigable, pero algo desafiante en su mirada.Ángel, un tanto sorprendido, se encogió de hombros. —No… es solo que no estoy acostumbrado a que me miren tan fijamente.Paola asintió lentamente, como si estuviera evaluando cada palabra que Ángel decía. —No es
Los días siguieron su curso, arrastrando consigo las horas en una rutina que, por primera vez en mucho tiempo, parecía no ser tan pesada para Coromoto. Aunque las calles continuaban grises, el sol, aunque tímido, comenzaba a asomarse en su vida de una manera distinta. Cada mañana, al despertar, la imagen de Ángel aparecía en su mente como una chispa de luz que la impulsaba a salir de la cama, a vestir una sonrisa nueva que no podía dejar de mostrar. Se sentía diferente, más radiante, como si la compañía de Ángel hubiese comenzado a reconstruir lo que el tiempo había deteriorado en ella.Ángel y ella habían creado un lazo único, uno que no se podía explicar con palabras. Era como si se conocieran de toda la vida, como si sus almas ya se hubieran encontrado mucho antes de ese primer encuentro en el hospital. En su presencia, Coromoto comenzaba a sentirse menos pesada, menos atrapada en la oscuridad de su propio ser. Sus risas, compartidas entre tareas cotidianas y charlas ligeras, tenía
Ángel había fallado por primera vez a su ritual sagrado de cada mañana de encontrarse con Coromoto a las 6:30, en la esquina de su casa antes de ir al hospital, ese punto que ya tenía marcado en el mapa de su rutina. Durante meses, su encuentro a esa hora había sido una constante, un respiro antes de que la jornada comenzara a consumirlos, Pero esa mañana, la distancia y los imprevistos lo habían retrasado. Las fuerzas mayores, las complicaciones del día a día, lo habían mantenido atrapado en el tráfico, mientras el reloj avanzaba sin piedad.Le envió un mensaje, pero Coromoto no lo vio a tiempo. No podía llamarla. No sabía si estaba con William, si ya había salido, o si estaba esperando en su lugar, como siempre.El tiempo apremiaba y el estrés comenzaba a apoderarse de él. Al llegar al hospital, solo pudo avanzar hasta la entrada, donde las luces frías de los pasillos lo saludaban. Eran casi las 8:15. Saca su teléfono y marca el número. Esperaba que al menos escucharla, sentir
La tarde que Ángel tomó la decisión, el sol comenzaba a despedirse del horizonte. No fue un acto impulsivo, sino el resultado de días de incertidumbre, de dudas que se habían ido acumulando en su mente hasta desbordarse. La sensación de traición se apoderaba de él, y algo dentro de su pecho lo empujaba a dar el paso definitivo. Ya no podía seguir adelante con Coromoto.El simple hecho de que le hubiera pedido, casi rogado a ella, hace tiempo que no tuviera contacto con Blas fue un acto que lo desbordó. Sabía que Coromoto nunca había sido completamente transparente, pero al principio había querido creer que su amor era sincero. Al principio, se dijo a sí mismo que sus errores podían ser perdonados, que el pasado no tenía por qué definir el futuro. Pero esa vez, esa pequeña mentira, ese pequeño gesto de desconfianza, fue la gota que colmó el vaso.—Lo siento, Coromoto —se dijo a sí mismo en su mente, mientras caminaba por los pasillos del hospital— no puedo seguir ignorando lo que
El turno nocturno para Coromoto en el hospital fue largo y pesado. Salió agotada, sin fuerzas para continuar la rutina diaria de su vida. El encuentro con Ángel esa conversación no había tenido el resultado que ella anhelaba, a pesar de que sabía sus amigas la esperarían en la entrada para platicar, no tenía ganas de hacer eso esa mañana. Estaba sumida en una tristeza tan profunda que no quería responder a las preguntas llenas de preocupación que Patricia, Paola y Jazmín, siempre tan solícitas, sabía que harían al verla. No quería hablar, no quería fingir que todo estaba bien cuando, en realidad, todo se desmoronaba dentro de ella y decidió salir por otro lugar.Al llegar a casa, William estaba allí, sentado como siempre en el sillón rojizo, su mirada fija en la pantalla de su celular mientras tomaba desayuno, luego de dejar a Los niños en la escuela. Coromoto le lanzó un saludo apático, que él respondió con la misma frialdad que siempre lo caracterizaba.—Hola —dijo William, con
Varias semanas habían pasado desde el encuentro secreto entre Coromoto y Blas en el ascensor.Coromoto y ángel habían regresado y aunque aún permanecían las dudas en él, todo estaba bien entre ambos.El hospital, con su rutina inquebrantable, seguía siendo el lugar donde todo comenzaba y terminaba para ellos. Entre las luces frías de los pasillos y el incesante ir y venir de enfermeras, médicos y pacientes, su amor crecía en silencio a pasos agigantados. Ya no era necesario esconderse de nadie. La relación que había nacido en secreto entre el sonido del ascensor y las palabras susurradas en la penumbra, se había convertido en un amor a la vista de todos. No importaba la hora, ni el lugar; Coromoto y Ángel encontraban momentos para cruzarse, para sonreírse, para sostenerse de la mano en todas las esquinas del hospital.Pero, a pesar de esa aparente tranquilidad, el tiempo seguía siendo un enemigo. Ángel, dedicado a su trabajo nocturno desde aquel día, solo lograba ver a Coromot
Ya habían transcurrido varias semanas desde que Ángel y Coromoto retomaron su relación. A pesar de las pocas horas que podían pasar juntos, todo marchaba sobre ruedas. El amor entre ellos parecía desbordarse en los pequeños momentos que compartían. Los encuentros furtivos en un motel cercano al hospital o en ese pequeño cuartucho donde el deseo y la pasión se desbordaban sin reservas. Ángel había aceptado trabajar por unas semanas en el turno de día para poder pasar más tiempo junto a CoromotoSin embargo, ese mismo día Coromoto le dio a Ángel una noticia que cambiaría su rutina por unos días. Con voz suave y cierta preocupación en el rostro, le explicó que debía ir a trabajar fuera del hospital junto a Patricia, Paola y Jazmín. Se trataría de unas tareas de aseo en un lugar alejado, y el horario de salida le impediría ver a Ángel durante algunos días. Aunque la noticia la entristecía, era una oportunidad que no podía dejar escapar. Le pagarían un poco más de lo que ganaba en el