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CAPITULO 10: El primer latido del Amor

Coromoto caminaba con paso firme por las mismas calles grises que siempre había recorrido, pero algo había cambiado en ella. Ya no era la misma mujer que se deslizaba por la vida sin energía, sin esperanza, atrapada en su propio dolor. Ahora, algo en su interior comenzaba a latir con fuerza.

Ángel había encendido una chispa que, aunque aún pequeña, brillaba en su corazón. Cada encuentro con él le recordaba lo que había olvidado: que había vida más allá del sufrimiento, que el amor aún era posible.

Al principio, todo había comenzado con pequeños gestos: Un café compartido, una sonrisa sincera, una conversación ligera.

No había promesas, solo momentos de conexión que, poco a poco, la hicieron sentir que, tal vez, merecía algo más que la monotonía de su vida con William.

Ángel no la veía como la mujer rota que había sido, sino como una mujer que aún podía ser feliz, que aún tenía algo que ofrecer al mundo. Y eso, para Coromoto, era una revelación.

Los días pasaron rápidamente, y ella comenzó a buscar excusas para ver a Ángel. No era solo el deseo de estar cerca de él lo que la motivaba, sino el modo en que él la hacía sentir. Cada vez que se encontraban, ya fuera en el hospital, en un parque cercano o incluso en una cafetería.

Coromoto sentía que el peso de sus preocupaciones se aliviaba un poco. En esos momentos, las voces críticas de su pasado se silenciaban, y solo quedaba el presente, el ahora, un momento fugaz pero lleno de esperanza.

Ángel se convirtió en su compañero, pero no en el sentido tradicional de un amor inmediato. Era más bien una compañía tranquila, un refugio para su alma cansada. Compartían pequeños detalles: ir a realizar tramites juntos, ayudarse con tareas cotidianas como una simple hora en el consultorio, hablar sobre películas, o simplemente caminar juntos bajo la luz tenue de la luna. A veces, Coromoto se sorprendía de lo fácil que era estar con él, de cómo podía ser ella misma, sin miedo a ser juzgada.

Pero, a medida que pasaba el tiempo, la realidad comenzaba a pesar sobre ella.

¿Qué estaba haciendo realmente? A veces, cuando miraba a sus hijos, cuando sentía la rutina pesada del hogar, el dolor de la traición y la mentira de su matrimonio con William la golpeaba con fuerza.

Sentía que, por una parte, estaba deshonrando la promesa que había hecho de estar con él para siempre. Pero, por otro lado, cada vez que veía a Ángel, se sentía viva, como si su corazón hubiera comenzado a latir de nuevo después de años de estar adormecido.

Una noche, mientras Coromoto se encontraba saliendo del trabajo hacia la pizzería, Ángel la esperaba en la entrada del hospital.

La luz de la farola cercana iluminaba su rostro, y en sus ojos brillaba algo más que el reflejo de la luz: había una emoción palpable, algo que Coromoto no podía ignorar.

Él la miró con una sonrisa y sin decir nada, se ofreció a acompañarla Hasta el metro pedrero

Durante el trayecto, Coromoto no podía evitar sentirse un poco inquieta. Algo en el aire parecía diferente, como si la conversación que estaba por suceder iba a cambiar las cosas para siempre.

Ángel la observaba de vez en cuando, y su mirada estaba llena de una intensidad que hacía que Coromoto se sintiera incómoda, pero a la vez, deseada.

Al llegar a las escaleras de la estación de metro, mientras bajaban Ángel se detuvo y con un suspiro, se volvió hacia ella. Coromoto, algo sorprendida por la detención, lo miró fijamente, buscando entender lo que estaba pasando.

—¿Sabes? —comenzó él, su voz suave, como si pensara cuidadosamente cada palabra—.

Llevo un tiempo queriendo preguntarte algo, pero no encontraba el momento adecuado.

Coromoto arqueó una ceja, algo confundida, pero al mismo tiempo, su corazón comenzó a latir con más fuerza. Su intuición le decía que algo importante estaba por suceder.

—¿Qué pasa, Ángel? —preguntó, intentando sonar casual, pero el nerviosismo era evidente en su voz.

Ángel la miró por un momento, como si estuviera buscando la mejor forma de expresarse. Luego, con una sonrisa, soltó una pregunta que hizo que el mundo de Coromoto pareciera detenerse por un instante.

—¿Me darías el privilegio de ser tu novio?

Coromoto se quedó paralizada. La pregunta flotó en el aire, y por un momento, ella pensó que estaba soñando, que todo eso era una broma.

Miró a Ángel, tratando de leer en su rostro si lo que acababa de escuchar era real o si él simplemente estaba jugando con ella. Pero su expresión era seria, esperanzada, como si estuviera esperando ansiosamente su respuesta.

—¿Qué? —preguntó, incrédula. No podía creer lo que acababa de oír.

Ángel se rió suavemente, notando la confusión en su rostro.

—Sé que no es el momento ni el lugar, pero quería decírtelo. No puedo seguir guardándolo dentro.

Me gustas Coromoto, y quiero estar contigo. De una forma sincera, no solo como un simple amigo o compañero de trabajo.

Coromoto sintió un torbellino de emociones invadiendo su mente.

¿Qué debía hacer? ¿Qué significaba eso para ella, para su vida?

Sabía que su matrimonio con William estaba roto, pero aún sentía que su compromiso con él, aunque desgastado, era un ancla que no podía soltar con facilidad.

La idea de tener algo serio con Ángel parecía demasiado arriesgada, demasiado rápido. Además, ¿realmente estaba lista para una relación, para abrir su corazón a otro hombre?

Sin embargo, en ese mismo instante, una pequeña voz en su interior le susurró que no podía dejar pasar esa oportunidad. Ángel la miraba con una ternura que nunca había conocido en William, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía vista, apreciada.

¿No merecía ella la oportunidad de ser feliz, incluso si eso significaba caminar por un camino incierto?

Con un suspiro, Coromoto miró a Ángel a los ojos y, finalmente, dijo lo que su corazón ya había comenzado a sentir.

—Sí. Sí, quiero ser tu novia.💕

Ángel la abrazó con una calidez inesperada, la besó suavemente y por un momento, Coromoto se sintió protegida, como si todo fuera posible, como si el futuro ya no estuviera marcado por el dolor y las mentiras, pero ella debía continuar su viaje hacia la pizzería.

Ángel la acompañó para que abordara un bus, lamentablemente, el viaje juntos al menos esa noche, solo llegaba hasta ahí Pero, a medida que avanzaba la noche en la pizzería, algo dentro de ella seguía inquieta.

¿Era esto lo correcto? ¿Podía realmente permitirse ser feliz con Ángel sin perderse a sí misma en el proceso?

A medida que la incertidumbre crecía, el conflicto interno de Coromoto aumentaba. A pesar de la emoción de estar con Ángel. el miedo a traicionar su matrimonio, a romper su familia, la seguía atormentando.

¿Era posible ser feliz sin destruir lo que quedaba de su vida anterior? ¿Podría ella construir una nueva historia de amor sin abandonar la vida que, por difícil que fuera, todavía compartía con William y sus hijos?

El dilema de Coromoto era profundo y doloroso.

La decisión que había tomado esa noche, al aceptar la propuesta de Ángel, no resolvía todo. De hecho, lo complicaba aún más. Ahora, con un latido nuevo en su pecho, también sentía el peso de la responsabilidad de lo que había comenzado.

No había vuelta atrás, y su corazón no sabía si eso era lo correcto o si solo era una ilusión en medio de la oscuridad de su vida. Solo el tiempo diría si podía encontrar un equilibrio entre las dos vidas que ahora se entrelazaban, una de dolor y sacrificio, y la otra de esperanza y amor naciente.

Pero, por ahora, Coromoto sentía algo que había estado ausente durante tanto tiempo: una pequeña luz en su corazón, el primer latido de un amor que, aunque incierto, la hacía sentir viva.

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