«¡¿Asistente personal?!»
Las palabras resonaban una y otra vez en su cabeza, se negaba aceptar que aquello fuera cierto.
Pero tenía que hacer caso a la orden directa de su jefe, así que no tuvo otra elección que ir a casa, para comenzar a preparar su equipaje. Iba saliendo de la oficina cuando se encontró de frente con Rafaela.
¡Bingo! La última persona que quería ver en ese momento.
—¿Cara? —la abrazó fuertemente, pero ella no le correspondió—. Mi hermano está muy molesto en este momento, me ha dicho que el idiota de Bash te metió en problemas. ¿Qué ha ocurrido?
—También esto es tu culpa —espetó zafándose de su abrazo.
—¿De qué estás hablando? —Rafaela quiso saber frunciendo el ceño.
—¡Sí, Rafaela! —exclamó sin importarle que alguno de los empleados comenzaban a mirarlas.
—Ven acá, hablemos —su amiga la agarró del brazo y la hizo entrar de nuevo a la oficina, después de cerrar la puerta, la miró con los ojos entrecerrados: —¿Me quieres explicar el porqué me estás acusando?
—Si t