Dulce Venganza
Dulce Venganza
Por: Elisa Nochestelar
Introducción

Estaba tan enferma de todo.

Sonreír y fingir que me importa una m****a los invitados que solo saben criticar a mis espaldas.

''Nunca será lo suficientemente digna''

''La falsa jamás podrá brillar más que la verdadera''

''Su hermana parece un ángel... Pero ella, ella parece un ogro''

''Vestirse tan ostentosa cuando su hermana podría estar al borde de la muerte es tan egoísta, ella es realmente una mujer malvada''

Carajo, puedo escucharlo todo.

Bebí un trago quizá demasiado largo a la copa de vino que tenía en la mano, no me importaba si en ese momento me llamaban alcohólica.

Quizá meses atrás habría pensado igual que todos lo que me señalan con la mano, la salud de Isabela es tan frágil que la más débil brisa nocturna podría postrarla en la cama durante semanas. Pero yo, que nací con una salud de roble solo podía estar agradecida e inclinar la cabeza frente a mi hermana.

Si ella quería mi muñeca favorita, yo le daba mi muñeca favorita.

Si ella quería a mis padres, yo le daba a mis padres.

Si ella quería a mi novio...

— Bee. — Escuchar esa voz me erizó la piel, mi estómago se revolvió en un nudo cuando vi a Lucas, mi prometido, caminar hacia mí con una pequeña caja en manos. — Feliz cumpleaños.

Miré el regalo con sorpresa auténtica, ¿Lucas regalándome algo? ¿El sol saldría por el lado opuesto acaso?

— ¿Qué es eso? — No pude evitar preguntarle, señalando la pequeña caja. — ¿Es mi regalo de cumpleaños?

Lucas solo atinó a reírse. — Vamos, Bee. Tú no no cumples años hoy, es para Bella.

Ah, claro. Le tares regalos a Bella, pero cuando yo cumplí años solo apareciste con un estúpido ticket hecho a mano cambiable por besos y abrazos.

Tal vez no lo sepas, Lucas, nunca te has molestado por preguntar absolutamente nada sobre mí. Pero hoy es mi cumpleaños, no el de Bella, porque incluso eso se me fue robado de mis manos: El derecho de celebrar mi propio cumpleaños.

La frágil Isabela, la dulce Isabela que no quería cumplir años en una temporada tan fría debido a su estado de salud quiso robar mi fecha de nacimiento cuando las flores de cerezo están en plena floración, mis padres, apenados al verla con tantos cables conectados no dudaron en acceder a su absurda petición. No podía ser cualquier otro día de los más de trescientos del año, solo el mío.

Y, como yo ''nací con la salud de un roble'' tuve que mostrarme ''agradecida''

Pero ya no más.

Mis pasos furiosos me hicieron avanza en zancadas después de dejar la copa vacía de vino sobre la mesa, sabía que ya era hora de actuar. Isabela usaba un hermoso vestido rosa pálido pomposo que la hacía lucir como una frágil muñeca de porcelana, sabía que ese peso haría que se hundiera más rápido y quizá esa emoción fue la que me hizo correr hacia ella.

Y la empujé a la piscina decorativa que estaba detrás.

Ambas caímos al agua en cuestión de segundos, mis piernas se enredaron con el vestido y el oxígeno abandonó rápidamente mis pulmones, vi las capas y capas del vestido de Isabela moviéndose desesperadamente, tratando de soltarse de mi agarre mientras nos empujábamos al fondo.

Si voy a morir aquí, tú vendrás conmigo.

Bueno, no soy tan malvada.

No pasó mucho tiempo para que una persona saltara al agua, apenas logré divisar la silueta cuando estuve a punto de quedarme inconsciente pero logré ver cómo sacaban rápidamente a Isabela del agua y yo me quedaba ahí, incluso en un momento como este mi vida también era la última opción.

Lo único que sentí fue alguien tirándome del brazo con fuerza fuera del agua, el dolor me recorrió la espina dorsal y por un momento creí que me iban a arrancar el brazo.

— ¡¿Acaso te has vuelto loca?! ¡¿Por qué le hiciste eso a tu hermana?! — Tosí un par de veces, tratando de escupir el agua que había tragado, el desconocido que se aferraba a mí me levantó del suelo casi por la fuerza mientras yo intentaba recobrar la compostura. — ¡¿Eres acaso tan envidiosa que querías matarla?!

¿Matar a Isabela? Sí, eso habría sido mucho más fácil.

Me llevé las manos al pecho por inercia, todavía estaba escupiendo agua pero la atención estaba concentrada en Isabela, el pequeño tic en sus ojos cerrados me indicaba que estaba fingiendo su desmayo, como acostumbraba hacer. Mi padre estaba llamando una ambulancia desesperadamente, mi madre sollozaba con una mirada tierna que nunca me dedicó, incluso mi prometido parecía ansioso por soltarme e ir corriendo a llevarla en brazos.

— Lucas... — Finalmente le respondí cuando logré concentrarme en su cara, él me soltó pero mi brazo quedó moreteado por la fuerza de su arrastre. — No voy a casarme contigo.

El tiempo pareció detenerse cuando solté aquella bomba, claro, nadie estaba acostumbrado a que la ovjea negra de la familia de su opinión.

Pero yo exprimí mi vestido empapado y mi bufanda de plumas negras, incluso mi cabello castaño antes de volver a mirarlo.

— Sí, he dicho que eres libre de cogerte a mi hermana tanto como quieras a partir de ahora. — Sonreí al ver su expresión.Entre una conversación que no vale la pena mencionar, añadí:— Tengo algo mucho mejor como para darle mi atención a un infiel y  a una zorra.

En seguida un abrigo clásico me cubrió los hombros, transmitiéndome el mismo aroma varonil y la calidez que el dueño poseía, Alejandro aparece detrás de mí y me rodea la cintura, no dudo en deslizar los brazos alrededor de su cuello y estamparle un beso en los labios frente a todos los presentes.

Cálmate, Ámber, recuerda que están en público.

Carraspeé la garganta cuando nos separamos, Alejandro mostraba una expresión de preocupación genuina mientras miraba con odio a Lucas, yo interrumpí su conversación.

— Será mejor que nos vayamos, querido. — Enfaticé esa última palabra con un tono dulce de voz.

Sin embargo, no esperaba que incluso Bella hubiera roto su propia actuación para detenerme.

— Hermana...— Realmente odio cuando me llama de esa manera, con esa expresión de conejito indefenso y grandes bolsas bajo sus ojos. — Mi hermana nunca me dijo que era cercana al señor Alejandro... Dijiste que tenía una mujer a la que amaba...

Yo sonreí con maldad.

— Oh, ¿Lo hice? — Me encogí de hombros, fingiendo inocencia. — Bueno, la estás viendo ahora ¿No es así?

Ver la cara de rabia intentando ser disimulada de primera plana en la cara de Isabela fue... Un triunfo silencioso para mí, pero me mantuve sereba.

Pero, como todo en la vida, esta historia también tiene un comienzo.

Y mi historia con Alejandro empezó exactamente hace varios meses, cuando descubrí sobre la infidelidad y las mentiras de Lucas.

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