1.

— ¿A dónde vas?

Esa pregunta, como siempre, me hizo crispar la piel.

En una habitación de hospital blanca como la nieve Isabela parece una flor a punto de marchitarse, perdiendo lentamente la chispa de energía y luciendo más cansada y delgada que antes, la enfermedad que padecía desde niña la hace lucir pálida como un cadáver pero de alguna forma sus mejillas y labios permanecen sonrosados, además tiene bonitos ojos grandes como los de un cervatillo asustado.

Isabela es mi hermana adoptiva, la niña de mi edad que mis padres adoptaron cuando yo tenía cinco y a la que han cuidado más preciosamente debido a su cuerpo frágil y enfermizo, lo cual parece haberles hecho olvidar que tenían una hija biológica.

Pero está bien, Isabela está enferma y podría morir en cualquier momento, lo mejor para ella es tener una buena calidad de vida antes de... Bueno.., adelantarse.

O eso es lo que siempre me dicen.

— A ningún lado. — Contesté fingiendo mi sonrisa, Isabela me tuvo toda la mañana pelando y cortando manzanas para ella hasta el punto en que mi trasero se entumeció cuando ni siquiera me gustan las manzanas. — ¿Quieres que abra las cortinas hoy? Seguramente el día está muy bonito.

Vi a mi hermana tumbarse en la cama de mala gana y girarse para darle la espalda a la ventana cerrada.

— ¿De qué me va a servir? Solo tendré envidia de los que están afuera.

Mentiría si dijera que siento compasión por la quejumbrosa Isabela, tal vez mi corazón estaba hecho de piedra y no merecía llamarme su hermana... Pero a veces desearía que...

— Ámber. — Isabela me sacó de mis pensamientos, bajó el teléfono luego de textear durante varios segundos y me enfocó con sus ojos opacos. — Este medicamento me hace sentir mareada, dile a la doctora.

Suspiré y asentí, dejando de lado el plato con manzanas, si me negaba terminaría siendo forzada a hacerlo de todos modos ¿Entonces cuál era el punto de luchar contra la corriente?

Incluso el tono de voz que solía ser una pregunta dulce se había convertido en una orden rígida sin que me diera cuenta.

Arrastré mis pies fuera de la habitación, los pasillos parecían interminables como un laberinto pero ya conocía el camino de memoria, incluso encontré una ruta mucho más corta hasta la recepción, donde Ana estaba atendiendo a una fila ya bastante usual en el puesto de enfermería, a juzgar por su expresión estaban cortos de personal.

— ¿Qué es lo que quiere ahora la señorita berrinches? — Me preguntó apenas verme, cuando llegó mi turno. — ¿De nuevo se queja de la esponjosidad de los cojines para invitados?

Me sentí un poco avergonzada, sonreí a medias.

— Dice que el medicamento la hace sentir mareada, que llame a la doctora.

La enfermera Ana, la única que soportaba los dramas de Isabela, rodó los ojos antes de empezar a anotar algo en un papelito pequeño.

— Ten, es el número del albegue donde la pueden ir a dejar. La doctora está un poco ocupada ahora, pero esta vez no te pediré que vayas por ella al sexto piso del hospital.

— Pfft. — No contuve la risa viendo los garabatos en el papel, en realidad es la nota que debo llevarle a la doctora cuando venga a revisar a mi hermana.

Hubo algo fuera del cristal de la entrada que, en ese momento, llamó mi atención. Era un auto negro Lexus Es reluciente, en todos los años que he estado yendo y viniendo a este hospital nunca lo había visto (Considerando que es un hospital de lujo, por lo que he visto todo tipo de coches lujosos) Por alguna razón no pude quitarle de encima la vista al auto.

Afortunadamente no tenía que ir a buscar a la médico por mi cuenta, así que volví cuanto antes a la habitación de Isabela antes de que mis pensamientos de escape terminen dominándome.

Y lo que vi fue extraño, la puerta estaba entreabierta -Yo la dejé cerrada al salir-

¿Otra vez Isabela había intentado fugarse?

¿Y si se escapó mientras yo no estaba? Mis padres definitivamente me matarán si eso ocurre.

— ¿Isa-?

''Lo hice por tí''

La palabra se quedó en mi boca cuando escuché esa voz masculina que podría reconocer fácilmente en cualquier lado del mundo, pero aunque suelen llevarse bien a menudo es completamente imposible que mi prometido Lucas haya venido a visitar a mi hermana en un hospital tan restringido.

Mis latidos se aceleraron por el miedo a descubrir un secreto, intento no moverme demasiado mientras la conversación sigue.

— Dijiste que ibas a dejarla pero han pasado cinco años y todavía siguen juntos. — La voz de Isabela sonó clara en aquella habitación. — ¿Es porque no me amas lo suficiente? ¿O es porque ella es mejor que yo?

— No digas eso, sabes que solo estoy con ella para poder permanecer cerca de tí sin perder la herencia de Ámber.

Cuando vi esa estúpida cara de lémur sorprendido en un documental supe que difnitivamente era Lucas, mi prometido le estaba hablando a mi hermanastra con un tono de voz suave y dulce que nunca había usado conmigo.

— ¡Pero le diste un anillo de compromiso hermoso! — Se quejó Isabela, cruzándose de brazos furiosa. — Ustedes fácilmente podrían hacer su vida felices mientras yo me pudro aquí encerrada.

Lucas guardó silencio durante varios segundos

— ¿Esa baratija? — una caja atercipelada relució entre sus manos, dentro estaba guardado un anillo de oro y diamantes tan grande que casi juro que iluminó la habitacón.— No se puede comparar con la joya que debe llevar una verdadera reina.

Me sentí tan humillada en ese momento que incluso mis ojos se aguaron, miré el pequeño anillo en mi dedo anular, una simple bandadelgada y lisa, sin adornos, tallas, ni grabados de ningún tipo. No brilla con el lustre profundo de un metal noble, sino con el brillo apagado y opaco del acero quirúrgico o, quizás, de un aluminio muy pulido.

En lugar de un diamante, lleva una única circonita cúbica minúscula (o un cristal tallado de imitación barata) de un milímetro, empotrada en el metal. No está elevada en un "montaje" elegante; está simplemente hundida en la superficie de la banda para evitar que se caiga con el roce diario.

Pero lo había aceptado con tanto amor.., porque representaba nuestro futuro juntos empezando desde cero. No me molestó nunca que Lucas tuviera una terrible situación económica, no me molestaba tener que pagar por las comidas e incluso los paseos, ver su cara y reír junto a él era suficiente...

¡¿Pero solo estaba detrás de Isabela?!

¿Y si ese bastardo me robó dinero en secreto para comprar ese anillo? ¡¿De dónde más podría obtener dinero un quebrado?!

¡Estúpida Ámber, nunca aprendes!

— ¿Algún día le dirás la verdad a mi hermana? — Dice Isabela de repente.— Cuando estemos juntos no quiero que mis padres te rechacen porque crean que no me convienes.

— Aún no. — Responde él, acariciando la mejilla de Isabela. — Ámber es una mujer hostigante, si se entera que mi padre es el dueño de JK empezará a exigir como siempre.

¿Cómo siempre?

¡¿Cómo siempre?!

—Se volvió un poco tonta después de que volvió del extranjero por el incidente que hubo, no la culpes mucho. — Isabela se burló de mí sobre los labios de mi prometido.— A mí no me importa quién seas, no soy como ella. Yo veo el corazón realmente.

Cuando los ví besándose la sangre me hirvió dentro de las venas, estuve a punto de entrar y gritarles, ya tenía en la mano el palo de un trapeador que la de limpieza dejó minutos atrás, pero me contuve y respiré.

¿Guerra quieren?

Bien.

(...)

Cuando bajé del auto le pedí al chofer que no me esperase, el camino se abrió para mí entre un mar de gente pero no volteé a los lados y usé directamente el ascensor ejecutivo vacío.

Al abrirse las puertas para mí, los veteranos en la sala de juntas voltearon a verme con cierto impacto. Por supuesto, nadie esperaba ver a la mujer que se retiró del mundo de los negocios hace un par de años para dejar que su prometido metiese las manos donde quisierese.

— Todos afuera, ahora. — Pedí.

Ellos voltearon a ver a su líder, quien se cruzó de brazos al otro extremo de la larga mesa.

— No puedes venir a dar órdenes en mi empresa. — Me retó con esa mirada felina.— ¿Ya te cansaste de jugar a la casita con tu noviecito?

No respondí, mis tacones sonaron contra la cerámica perfectamente pulida conforme me fui acercando hacia él.

El hijo mayor de los Rivera me altera los nervios, siempre me ve con esa sornisa arrogante que quiero borrarle del rostro todo el tiempo. Alejandro parece como si pudiera leer mis pensamientos desordenados que ni siquiera yo misma entiendo, odio que las personas me escaneen intentando comprender algo.

Y por esa razón siempre lo he rechazado abiertamente... Pero... Pero esta vez es diferente.

Porque si hay una cosa en el mundo que Isabela desea más que a su propia vida es el afecto de este hombre de corazón frío.

— Si ya sabes a lo que vine ¿Por qué no me haces las cosas más fáciles?

Pero no permitiré que eso suceda.

Alejandro hizo una mueca extraña, pero me recibió incluso cuando apoyé mi rodilla sobre el espacio libre de su silla y ni siquiera le di tiempo de raccionar cuando ya había unido nuestros labios en un beso.

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