5.

Alejandro dejó caer las manos del panel y se giró lentamente hacia mí. Su rostro, iluminado por la luz de alarma,

Sus ojos fríos se clavaron en los míos.

—Parece que ahora sí tenemos tiempo para hablar de mis sentimientos, Ámber —dijo bromeando, o al menos eso quiero creer, dando un paso deliberado que acortó nuestra distancia.

No había ira, él solo permanecía tranquilo como una persona que tiene todo bajo control, tenía que poner los pies en la tierra.

—Alejandro, esto es serio. Estamos en peligro —susurré, sintiendo la adrenalina.

—¿Y tú crees que mis sentimientos no lo son? —Susurró de vuelta. El sonido del bloqueo, de la alarma, todo se convirtió en un zumbido distante. El mundo se había reducido a ese cubículo rojo y a la inmensa, intimidante calma de sus ojos.

Avanzó otro medio paso, tan cerca que pude sentir el calor de su cuerpo contra el mío a través del traje. Su mano se levantó lentamente, y no la usó para abrir una puerta o activar un protocolo; la usó para acunar mi barbi
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