35.
Esa mañana me preparé para el día en que mi título como Directora Ejecutiva de Alianzas Estratégicas y Capital Mayoritario se haría público. Me puse uno de mis trajes más formales y me dirigí al vestíbulo, lista para enfrentar la junta ejecutiva de Alejandro y las miradas hostiles.
Alejandro ya me esperaba. Nos subimos al Bentley, y el silencio profesional se instaló como de costumbre. Yo revisaba mis notas sobre la "reestructuración de activos de la fábrica", y él revisaba su teléfono.
— Estamos en un horario apretado, Alejandro — le recordé, sintiendo la adrenalina—. No podemos llegar tarde a la junta.
— Relájate, Bee —dijo él, sin levantar la vista —. Los peces gordos esperarán.
Noté entonces que el coche no tomaba la ruta habitual hacia el distrito financiero. En lugar de eso, nos dirigimos hacia una zona de la ciudad conocida por sus mansiones históricas y, más importante, por sus boutiques de lujo.
— ¿A dónde vamos? — pregunté, frunciendo el ceño.
— A armar a mi socia — respond