En cuanto llegó Jai, todos se le quedaron mirando, sin entender nada. El joven de pelo castaño ligeramente desordenado que le caía en mechones sobre la frente tenía unos ojos profundos y pensativos, y podía ver la melancolía en ellos. Su piel pálida contrastaba con la ligera estela de barba que perfilaba su rostro, dándole un aire de madurez.
Caminaba hacia nosotros como quien carga con el peso de un secreto, pero con determinación, confianza y humildad.
Se detuvo y me miró fijamente, tragando saliva. Su habitual sonrisa fácil y sincera no apareció y me di cuenta de lo mucho que evitaba mirar a nuestro padre.
- Necesitamos refugio... Por poco tiempo. - Dije.
- DE ACUERDO. - Recogí mis maletas y las metí en el coche, mientras los demás organizaban sus pertenencias en el taxi que habíamos llamado.
Mi padre se detuvo frente a él y le ofreció la mano:
- Soy Ernest Abertton - sonrió - Disculpe mi cara... Pero he sido víctima de una agresión.
Mi hermano miró su mano tendida y no la estrechó