CAPÍTULO 63: TEATROS Y SECRETOS
Jacob
Vuelvo al hospital con los dientes apretados. Traigo la frustración metida en la mandíbula desde la vereda de Elena. No me da vergüenza admitirlo: subestimé lo que la herí; pensé que con venir y plantarme bastaba, pero no. La vi cerrarme la puerta en la cara con los ojos en guerra y me quedó claro que esto va a llevar más que insistencia, pero lo acepto sin resignarme.
Entro al estacionamiento, dejo el auto en el mismo sector de siempre y camino hacia el ascensor de cardiología. El pasillo de la quinta planta tiene ese olor a cloro tibio y café de máquina que te acompaña aun cuando te vas. Reviso por costumbre que el equipo de enfermería haya quedado pagado por adelantado, que la bandeja de medicamentos coincida con la pauta y el timbre de llamada funcione.
Estoy a dos puertas de la habitación de mi madre cuando oigo una risa que no escuchaba hace años. Aguda, afilada, con ese filo de sarcasmo que en mi casa siempre fue dinamita. Me detengo y rec