CAPÍTULO 46: EL ALIVIO MERECIDO
Elena
El aire todavía huele a azúcar glas y crema batida cuando salgo de la entrevista. Camino con pasos que no parecen míos, ligeros, casi despreocupados, como si cada músculo de mi cuerpo hubiera decidido al fin soltar la tensión que me acompañó durante años. No me lo esperaba. De hecho, entré a esa pastelería con el estómago encogido, convencida de que me mirarían con la condescendencia de siempre, que encontrarían un defecto en mis acabados o que juzgarían mi edad y mi falta de títulos rimbombantes.
Pero no. Ellos no vieron a la mujer que siempre se sintió a prueba, vieron mi trabajo. Me hablaron con términos técnicos, se fijaron en los detalles de mis decoraciones, en cómo combino los sabores, en el balance de texturas. Me escucharon describir un pastel de bodas como si narrara una historia de amor, y lejos de reírse, sonrieron satisfechos. Al final, la dueña me estrechó la mano con firmeza y me ofreció el puesto en el acto.
Respiro hondo, sostenie