—Lo siento. Esas dos palabras son tan... insignificantes para todo el daño que te causé. A ti. A Owen. A nosotros. Pero es por donde tengo que empezar. —Traga saliva con dificultad—. Te amo, Isabella. Te amo con una fuerza que a veces me aterra. Y ese... ese ha sido el problema todo el tiempo. El miedo.
Da un paso vacilante hacia ella, pero no se atreve a tocarla
— En el accidente... cuando el cristal se hizo añicos y el metal chirrió... lo único que pasó por mi mente, lo último que pensé, fue: "No los volveré a ver". No te veré a ti. No veré a Owen. Se apagó todo y solo quedó ese pánico... ese terror absoluto de perderlos para siempre. Era mi mayor miedo, hecho realidad en un instante.
Su voz se quiebra, y mira sus propias manos como si no le pertenecieran.
— Y luego... en el hospital... cuando desperté y lo primero que sentí fue... nada. Un vacío donde deberían estar mis piernas. Un hormigueo frío y aterrador. Y supe. Supe que mi vida, la vida que conocía, se había acabado. Y el mie