Los días se arrastraban como plomo. Cada timbre del teléfono hacía saltar a Isabella del sofá, cada auto que frenaba frente al edificio la paralizaba. Las noticias del FBI eran un eco vacío: Nada nuevo, señorita Montalvo. Paciencia nos estamos acercando. Paciencia La palabra le sabía a burla mientras empacaba y desempacaba la misma maleta por tercera vez en la semana.
Jacob y Owen se turnaban como centinelas:
- Owen cocinaba obsesivamente, llenando el ático de aromas reconfortantes que nadie probaba.
- Jacob trabajaba desde casa, pero su mirada no se apartaba de Isabella, vigilando cada temblor de sus manos.
- Isabella fingía leer un libro de gestión empresarial, las mismas páginas pasadas una y otra vez sin que las palabras penetraran. Huir. Escapar. Salvarlos. El mantra golpeaba sus sienes. Sabía que Aron nunca la dejaría ir, la policía y el FBI habían desmantelado su operación. Era un monstruo acorralado demasiado peligroso como para correr riesgo.
Esa tarde, Jacob debía grabar el