Marina
Me he acostado con Salvador.
La realidad de lo que ha pasado, de lo que he hecho es tan grande y tan pesada que siento que me mareo y como si eso no fuera poco, cuándo le he preguntado dónde nos dea esto, él… él me ha sonreído de esa manera que me hace temblar y como si hablara del clima ha respondido:
—Nos deja dónde sea que queramos estar.
Y eso, eso Dios bendito me tiene con la cabeza hecha un lío, porque no tengo ni idea de dónde quiero estar o tal vez sí lo sé, pero estoy aterrada de hacerlo, en especial cuándo sé que le guardo secretos.
Y es justo por eso que ahora estoy con el celular en la mano, caminando de un lado a otro de mi habitación, mientras intento ponerme en contacto con Federico.
Necesito decirle lo que está sucediendo a Salvador.
Cuándo finalmente me contesta, me doy cuenta que si voz se escucha… agitada del otro lado de la línea.
—Marina, aunque siempre es un gusto hablar contigo, hoy realmente me has tomado en un mal momento.
Detrás de él escucho lo que inc