Salvador
El camino hasta la mansión es silencioso y cargado de tensión.
Nunca antes me había peleado a golpes con otro hombre por una mujer, jamás. Y aquí estoy con los nudillos reventados, la camisa torcida y una mujer a mi lado dándome miradas de reojo.
No sé qué es lo que me pasa con Marina, pero ya no puedo negarlo más: Me gusta, me atrae y ver a ese malnacido queriendo propasarse con ella me ha hecho hervir la sangre.
Cuando llegamos entramos a la casa aún en silencio y aunque en el instante en que ,me pidió que vinieramos se me pasaron cientos de escenarios por la cabeza, ya no estoy tan seguro de haber entendido bien.
Sin embargo, antes de que pueda decir cualquier cosa, veo como ella se acerca a mi y estirando su mano toma la mía y la mira con detenimiento, es la que tengo con los nudillos lastimados.
—¿Qué tal si limpiamos un poco esta sangre?
La miro.
No se si esto es una insinuación, o qué demonios significa, pero lo que sí sé es que no quiero que se aleje.
No ahora.
Así que