Marina
Camino por el sendero de grava que lleva al extremo del jardín. Federico me espera apoyado contra la verja de hierro. Lleva unas gafas oscuras aunque ya casi no hay sol. No sé si me fastidia su actitud relajada o si la envidio.
—Pensé que no ibas a venir —dice, sin moverse.
—No tenía otra opción.—digo y estoy por agregar algo más cuando él me interrumpoe.
—¿Qué demonios te ha pasado en el rostro?
No puedo evitar hacer una mueca porque de hecho e intentado cubrir la marca morada pero sigue viendose.
—He tenido un accidente—es todo lo que digo, pero por la forma en que me ve, no me cree.
—Claro, un accidente con el puño de alguien.
Dejando salir un resoplido decido simplificar las cosas.
—Tu abuelo llegó ayer, peleó con Salvador, él fue… horrible, es un hombre horrible y se fueron a las manos, yo solo tuve la brillante idea de atravesarme, pero no es nada.
Federico me mira sin poder creer una palabra.
Su cara es una mueca de horror pura, antes de dejar salir una maldición.
—Marin