34-Un salto de fe
Marina

No he dormido.

El reloj marca las tres de la madrugada y sigo aquí, sentada en el borde de la cama, con la caja aún sobre las sábanas y la fotografía en mi regazo. La imagen de Daniel golpeado, amarrado, con la mirada apagada, me desgarra el alma cada vez que la veo. Y no puedo dejar de mirarla.

Lloré. Lloré hasta que los ojos me ardieron y la garganta se me cerró. Pero ya no me sirve llorar. Tengo que pensar, actuar, sobrevivir.

Tengo el impulso de correr hasta el estudio de Salvador, de lanzarle la caja, de gritarle que no todo gira en torno a su maldita empresa, que mi hermano está siendo torturado por algo que ni siquiera entiendo.

Pero no lo hago.

Porque Salvador no es mi aliado. No todavía. Podría usar esto en mi contra. Podría verlo como una oportunidad perfecta para aplastarme. O peor aún: podría no creerme. Podría pensar que es un nuevo juego sucio mío para ganar tiempo.

Y no puedo arriesgarme a eso.

Busco desesperadamente el teléfono. Le escribo a Clara. Nada. Llamo a
ShadiSaad

Tarde, pero aquí lo tienen. Lamento no estar tan activa, no me he sentido muy bien. Gracias por leer y comentar. Muaaak.

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