Salvador
Todo esto es un desastre, uno en el que ni siquiera tenemos tiempo de pensar con claridad, porque todo está pasando demasiado rápido.
Nada más colgar con el detective llamé a Federico, lo necesito aquí, cuidando a Marina y Daniel junto a Joaquin, porque si ya Joseph empezó a atacar directamente, nada me garantiza que no seamos su próximo objetivo.
—No entiendo porque no puedo acompañarte.
La voz de Marina se escucha molesta a mis espaldas y yo cierro los ojos por un segundo porque lo último que quiero es discutir con ella.
Lentamente me giro encontrándose con su ceño fruncido.
—Nena, no es que no puedas, porque puedes, yo no voy a prohibirte nada, pero no quiero que lo hagas—le digo y veo como ella parpadea al escucharme.
—¿Por qué? Pensé… pensé que íbamos a apoyarnos, que….
Antes de que pueda seguir hablando y pensando lo que no es, llego hasta ella y tomo su rostro entre mis manos.
—Y eso es lo que hemos estado haciendo, me has apoyado amor mío, lo has hecho cada día, y aho