Salvador

El viejo se está moviendo más rápido de lo que tenía esperado.

¿Una junta con inversores? De dónde demonios los sacó si solo han pasado días. Algo me dice que sean cuáles sean los negocios que piensa hacer con esa gente, no son nada legales.

Lo bueno es que esta dichosa reunión me va a servir para tener sus caras grabadas, pues pienso llevar la cámara puesta cada maldito día, para que el día que baje la guardia y su máscara se caiga, tener todas las put4s evidencias.

Cuando atravieso las puertas de vidrio de la empresa, lo primero que siento es que el aire ha cambiado. Está más denso, más cargado. Como si los muros mismos contuvieran la respiración.

Sé lo que significa.

Arthur Montenegro ya está aquí.

—Buenos días, señor Montenegro —me saluda la recepcionista, con una sonrisa tan tensa que casi parece una mueca.

Asiento, sin detenerme. Mis pasos resuenan con fuerza sobre el mármol pulido, y mientras avanzo hacia mi oficina, no puedo evitar notar cómo los empleados bajan la mir