Hola hola!! bueno, ya pueden entender un poco las acciones de nuestro Joaquín. Gracias por comentar y leer :)
MarinaYa es de noche cuándo sentimos el auto entrar en la mansión, tanto Daniel como yo corremos hasta el corredor justo cuándo la puerta principal se abre.Cuando Salvador entra por la puerta, no necesito ver su rostro para saber que algo no está bien. Su cuerpo entero grita tensión. Lleva los puños apretados, la mirada perdida, como si hubiera estado conteniendo la respiración desde que salió de la mansión del viejo.Camino directo hacia él y me lanzo a sus brazos antes de que pueda decir una sola palabra. Lo envuelvo, lo aprieto con fuerza.Poco a poco siento cómo su cuerpo se afloja, pero no tanto como me gustaría y sé que aunque intenta ocultarlo, aunque repitió una y otra vez que estaba listo para ver al viejo, esta visita le ha afectado más de lo que le gustaría.Él hunde su rostro en mi cuello y me abraza de vuelta como si solo yo pudiera sostenerlo en pie. No hace falta que pregunte, pues yo sé que no está bien, por eso, en lugar de preguntar cómo está, me encuentro diciendo
FedericoEl cuerpo de Clara sigue enredado con el mío, tibio, sereno. Su respiración acompasada contra mi cuello debería tranquilizarme, pero solo me hace sentir más inquieto. No puedo dormir. Nada más llegamos de la mansión fuimos un enredo de cuerpo y desenfreno y aunque fui yo el que le propuso descansar antes de que tenga que ir a la cena, no lo consigo.Y no es solo por el encuentro con el viejo. Es por todo.La observo dormir durante un rato, con la mano pequeña sobre mi pecho y el cabello revuelto en la almohada. No entiendo en qué momento esta mujer se volvió mi lugar seguro. No sé cómo alguien que antes me detestaba ahora me conoce mejor que yo mismo.Suspira y se mueve un poco. Mis dedos la acarician por inercia.—No estás durmiendo —murmura de pronto, con los ojos cerrados.—No puedo.—le contesto sin dejar de mirarla.Es hermosa.Ella abre los ojos. Me estudia.—No tienes que ir si no quieres.Un bufido sale de mi y sigo acariciando su espalda.—Claro que tengo que ir, Cla
SalvadorNo me gusta pensar en que Federico está enfrentando solo al viejo.Sé que en el pasado tuvimos problemas, que siempre creí que era el consentido del viejo, pero en las últimas semanas me pude dar cuenta que no es así.Que mi primo de hecho le guarda mucho más resentimiento del que le tenía yo y estoy seguro que viene de mucho antes.Pues sí nada de esto hubiese pasado, si Marino no hubiera llegado a mi vida, seguramente yo estaría todavía tratando de ganarme al viejo.No es que eso me haga sentir orgulloso.Por eso cuándo Federico llega a la casa y me cuenta todo lo que el viejo le dijo, le digo que debe hacerlo, lo necesito a mi lado, sin embargo también quiero tocar el tema de él no pidiendo ayuda.Pero antes de que pueda hablar escuchamos la voz de la empleada y la palabra “Meyer” saliendo de sus labios.Ambos compartimos una mirada y nos movemos en sincronía, yendo directo a dónde la voz se encuentra, que está justo en el pasillo que lleva al ala de empleados.La casa est
MarinaEl calor de la cocina es asfixiante. El aire está impregnado de especias, humo y tensión. El restaurante está al tope, los pedidos entran y salen a una velocidad frenética, y apenas tengo tiempo para respirar.—¡Esa mesa seis todavía no tiene su orden! —grito mientras revuelvo una salsa en el fuego.—¡Ya el saco, jefa! —responde una de las cocineras.Todo marcha bien... hasta que lo veo venir.Mateo, el jefe de meseros, cruza la cocina con la expresión de alguien a punto de soltar una bomba. Por su cara, algo grande está pasando.—Marina… —su voz baja un par de tonos—. Acaba de llegar un cliente importante.Le lanzó una mirada impaciente.—Mateo, tenemos el restaurante lleno de clientes importantes. ¡Define "importante"!Él me mira fijamente.—Uno de los magnates más influyentes de la ciudad. Un socialite.Un leve murmullo se levanta entre los cocineros. Algunos se detectan un instante. Hasta los fogones parecen hacer una pausa.Siento una leve punzada de adrenalina. Si un homb
MarinaDos meses despuésLa cremallera del vestido se atasca justo a la mitad de mi espalda.—¡Maldita sea! —gruño, estirando el brazo en un ángulo imposible para intentar subirla.Estoy a punto de rendirme cuando mi teléfono vibra sobre la cama. Clara.— ¿Qué pasó? —contesto sin aliento, todavía luchando con el maldito vestido.—Pasó que espero que estés lista. No me digas que todavía no has salido de tu casa.Ruedo los ojos.—Estoy en ello, no seas tan dramática. Además, ¿estás segura de que este tipo vale la pena? No quiero otra cita con un soso sin conversación ni personalidad.—Marina, confía en mí. Yo jamás te pondría en una situación así.—Oh, por favor. ¿Te recuerdo el desastre del mes pasado?—Eso no cuenta. Me lo recomendaron, pero nadie me dijo que tenía el carisma de una piedra.Suelto una risa sarcástica mientras forcejeo con la cremallera.—Está bien, entonces dime la verdad. ¿Ya le advertiste cómo soy?Silencio. Luego, Clara suspira.—A ver, ¿a qué te refieres?—No te h
MarinaMarinaEsto tiene que ser una maldita broma.Por unos segundos no lo reconozco. No consigo ubicar la imagen del hombre imponente frente a mi, aunque si se me hace familiar.Es solo cuando su rostro se convierte en una mueca de rabia total, que me doy cuenta de quién es la persona que tengo enfrente: Salvador Montenegro.El mismo que fue con su novia al restaurante y le lance un vaso de agua y casi la llamo anorexica. Oh Dios, esto va a ser malo, va a ser realmente malo.La furia en su voz hace que se me me hiele la sangre.Mi cuerpo se tensa automáticamente siento que estoy en negación absoluta.No puede ser él. No puede ser el mismo hombre con el que discutí en el restaurante. Pero lo es.Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con una puerta imponente, una mano apoyada sobre la mesa y la otra sosteniendo una pluma con aire impaciente. Sus ojos oscuros me taladran con una mezcla de incredulidad y desprecio.Esto es una pesadilla.El abogado que Clara consiguió
SalvadorLa rabia como nunca la he sentido se enciende en mi cuerpo, es algo tan palpable que casi siento que puedo tocarla. No puedo creerlo.Es como si todo fuera parte de una burla cósmica, pues no puedo creer que la mujer que me humilló hace meses en un restaurante, esa misma que Renata odia y se encargó de desacreditar ante todos, está aquí, en mi oficina, frente a mí, diciendo que no tiene el dinero para pagar lo que me debe.Tres millones de dólares.Tres. Malditos. Millones.Mis ojos van hasta ella. Trae puesta ropa medianamente formal, pero aún asi su cuerpo se ajusta a la tela y su pecho se marca por encima de lo normal.En especial cuando cruza los brazos, su postura es desafiante, pero veo el temblor sutil en sus dedos, el leve movimiento de su garganta cuando traga saliva. Está aterrada.Y debería estarlo.—Yo… yo no tengo ese dinero.Mis dientes se aprietan con fuerza, esto es el colmo del descaro. El dinero estaba en su maldita cuenta.Pero por supuesto que no lo tiene
Marina—¿Qué se supone que voy a hacer ahora?Mi voz es apenas un susurro mientras me paso las manos por el cabello, caminando de un lado a otro en la sala del restaurante, donde Clara, David y yo hemos estado reunidos durante la última hora.El abogado tiene la carpeta de documentos sobre la mesa. Los mismos que me hunden.Las mismas fotos que hacen que parezca que soy una maldita cómplice.Las mismas pruebas que, aunque no sean lo que parecen, me atan a un delito que no cometí.—Sé que esto es difícil —dice David con tono tranquilo—, pero voy a ser completamente honesto contigo, Marina. Tienes pocas opciones.Levanto la vista, sintiendo una presión en el pecho.—¿Cómo que pocas opciones? ¿Me estás diciendo que en verdad puedo ir a la cárcel?David suelta un leve suspiro.—Las pruebas que tienen son sólidas. Los movimientos bancarios, las fotografías… Aunque sepamos que no son lo que parecen, en un juicio serían un problema. Y no solo eso…Se inclina un poco hacia adelante.—Estamos