Elizabeth:
Podía ver la ira de Draco en sus ojos, justo ahora temía por mi y lo que podría hacerme. Hace rato que no lo veía así de molesto.
—No te haré daño si es lo que piensas Elizabeth, Pero estoy muy celoso, celoso de que aquel bastardo te haya tocado. Nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de tocar a mi mujer ¿Está claro?
Me volteó de forma brusca, puse las manos en la pared de la regadera, Draco abrió mis piernas, sentí como su torso mojado se pegó a mi espalda, al igual que su enorme erección.
—Me tienes duro —murmuro en mi oído.
—¿Tendrás sexo conmigo para desquitar tus celos?
—No, quiero quitar ese asqueroso olor de ti, quiero que tú cuerpo sepa a quien le pertenece Elizabeth... Tu eres mía, solo mía.
Su mano se fue a mi cuello e hizo que girara un poco la cabeza, sus labios se unieron a los míos, no me resistí a besarlo, el lo hacía con mucha demanda y lujuria. Gemi cuando su mano le dió un apretón a uno de mis pechos y luego dió un tirón a mi pezón.
Draco me soltó los