93. Oh, Adara
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Los gritos se escuchaban desde todos los rincones del bosque. Lobos corriendo en sus formas humanas y animales, olfateando la tierra, peinando cada metro cuadrado de terreno con desesperación. El aire estaba cargado de adrenalina, miedo y furia contenida. La manada entera estaba en estado de emergencia.
Pero dentro de la casa, el silencio era más denso. Tan denso que dolía.
Adara bajó las escaleras lentamente, los dedos crispados alrededor de un sobre viejo que uno de los lobos más jóvenes había encontrado atado a una piedra cerca del río.
Su nombre estaba escrito con una tinta roja casi negra, como si cada letra hubiera sido trazada con sangre.
Mason y Alaric la esperaban al pie de las escaleras, ambos con el cuerpo tenso como cuerdas de violín. El caos rugía fuera, pero aquí… todo se reducía al siguiente latido de su corazón.
Adara rompió el sello con manos temblorosas y desdobló la hoja cuidadosamente, como si tocara algo venenoso. El papel tenía un aroma sutil… a ceniza, a flor