ENZO
El bosque plateado brilla bajo un cielo que no debería existir, los troncos reluciendo como si sangraran luz, las hojas doradas cayendo lentas, atrapadas en un tiempo roto. El olor de Aidan está aquí, ceniza y sangre, un rastro que me guía desde que probé la sangre de esa omega, Lois, y vi este lugar en mi mente. Runas rojas, Aidan ardiendo, los gemelos borrosos. No sé qué significa, pero lo encontraré. Lo cazaré.
Lo siento antes de verlo, una sensación de calor que no pertenece a los lobos. Está cerca. Mis ojos recorren los árboles, y ahí está, una sombra moviéndose rápido, su figura encorvada, corriendo entre las raíces plateadas. Aidan.
Pobre conejo, pensando que puede escapar de mí. Mis piernas se mueven, más rápidas que el viento, y lo sigo, el aire cortándose a mi paso. Salta una raíz, su respiración pesada, pero estoy sobre él en un instante, mi mano rozando su espalda antes de que gire, sus ojos tan llenos de pánico.
— ¿Vas a hacer ese truco de nuevo? —pregunto, mi voz su