—¿Estás segura qué quieres hacer esto? —La pregunta de Camille rompió el silencio.
La miré a través del espejo, notando que su expresión no era tan calmada y pacífica como su voz sonaba. Parecía tensa, un poco asustada, quizás. No sabía a qué le temía más, si a lo que estaba a punto de hacer o la furia de Donovan apenas se enterara lo que habíamos hecho.
Porque si algo podía estar segura, es que Donovan Black se enfadaría tanto que el mismísimo infierno temblaría ante su furia.
Nos encontrábamos en su habitación, aquella que usaba cada vez que venía al castillo. Era un lugar bastante gótico, pero como ella misma, tenía una elegancia innegable. Las paredes estaban pintadas de un rojo intenso, mientras que los muebles eran negros y de un estilo antiguo.
Camille terminó de alisarme el cabello, mientras yo veía el resultado a través del espejo de cuerpo completo que mantenía cercano a su cama. Por lo general era bastante manejable, pero con la ayuda de la plancha lucía como una cortina qu