Capítulo 5

—Juliette —escuché su voz susurrante camino a casa.

Mis pasos eran titubeantes. Me aferraba con fuerza a mi abrigo mientras luchaba con uñas y dientes para no colapsar. La noche era incluso más oscura que la anterior, tan aterradora y tan adecuada para los depredadores.

Como aquel que me seguía sin disimulo alguno. Se mantenía a una distancia corta, pero a la vez, parecía como si estuviera intentando darme espacio.

La jornada de trabajo en el bar se convirtió en una tortura desde que me crucé con este hombre. ¿Debía llamarlo hombre? ¿O quizás vampiro encajara mejor con su descripción?

Me había vuelto loca. Sí, eso tenía más sentido. Probablemente fueran todas las horas trabajando sin descanso. Porque los vampiros no existían. ¿Cierto?

¿Cierto?

Sentí mi corazón golpear con fuerza mi pecho. No me sentía bien y aunque no me gustara admitirlo, estaba al borde del desmayo. Debía llegar a casa. Y deshacerme del peligroso acechador que me seguía de cerca. Sus pasos no se escuchaban sobre la acera. Como si fuera tan ligero que era incapaz de producir sonido alguno.

Sabía que me seguía solamente porque él me lo había dejado claro desde que salí del bar. No intentó fingir que no estaba a tres pasos de mí. Incluso me había llamado por mi nombre en varias ocasiones, como si quisiera llamar mi atención.

Llevaba el gas pimienta en mi mano, como cada noche. Podría utilizarlo contra él, pero quizás no fuese la mejor de las ideas.

Ya era una molestia siendo un vampiro amigable. No quería conocer al vampiro enfadado.

Sin embargo, cuando estaba a solo dos calles de mi hogar, pensé que necesitaba alejarlo. ¿Qué podía hacer? No era como si pudiera pelear contra él. Las imágenes de la noche anterior eran borrosas, pero sabía perfectamente que mi primera lucha contra un vampiro no fue ni de cerca una victoria.

—Lárgate, maldito acosador.

Por favor, vete. Esa sería la traducción exacta.

—Ese no es mi nombre —Se burló—. Soy Donovan, criaturita.

Rodé los ojos con fastidio, intentando fingir que no estaba aterrada hasta los huesos. Tenía frío y solo ansiaba llegar a casa, envolverme en una manta y olvidar aquella aterradora experiencia. No tener que lidiar con un vampiro con aires de grandeza.

Aunque los vampiros no existían...

Ya no estaba segura de nada.

—No me interesa.

—Oh, vamos. Soy Donovan Black. ¿Sabes? —pareció exasperarse ante mi poca reacción a su nombre—. Donovan, el... vampiro.

¿Eran ideas mías o se había saltado una palabra? Apartó la mirada de mí, como si estuviera avergonzado. Y yo no entendí ni pío, así que simplemente seguí caminando, ignorándolo.

—Te estoy protegiendo —explicó, aunque yo no le había preguntado—. No tienes por qué temer de mí.

Volteé hacia él, sintiéndome repentinamente valiente. Clavé mi dedo índice en su pecho, aunque ni siquiera se inmutó. Su rostro perfilado se me antojó indiferente, aunque sus ojos, ahora oscuros, reflejaban un brillo de humor peligroso. Parecía divertirse al verme exasperarme; sin embargo, no estaba de humor para tratar con algo como eso.

—¿Protegiéndome? —pregunté con ironía—. Recuerdo con exactitud tus malditos colmillos en mi cuello. Eres un vampiro.

Una pareja de borrachos pasó al lado de nosotros en ese momento. Su presencia fue como un golpe de realidad, recordándome con quien estaba hablando y en dónde.

¡No debería haber dicho eso! Ahora me vería como una loca, una mujer desquiciada que se imaginaba cosas. Vampiros. No podía haber dicho algo más absurdo que eso.

Su opinión no me importaba, pero tampoco quería que los demás supieran la clase de pensamientos que tenía.

—Lo soy —aceptó, lo que me dejó congelada—. Soy un vampiro, Juliette.

Trastabillé, impactada.

Eran demasiadas emociones para una sola noche. Una cosa era tener pensamientos un poco fuera de lo normal y otra cosa era una declaración firme. ¿Vampiros? ¿De verdad? Esto no podía estar pasando. ¡Y no podía estarme pasando a mí!

Fruncí el ceño mientras miles de pensamientos me invadían. No sabía cómo actuar ante una situación así, nadie nunca me había preparado para algo como esto.

Claro que cuando era más joven había fantaseado con un mundo oculto entre los humanos. Magia, hombres lobos, sirenas, hechizos, incluso vampiros. Me gustaba imaginar mundos de fantasía, luz y amor.

Pero ahora que estaba frente a mí, solo veía un mundo de sangre, deseo y oscuridad.

No era nada como me lo había imaginado. Ese mundo mágico y maravilloso no existía. Al final, los libros me mintieron.

El chico malo no cambia al final de la historia. El amor no siempre triunfa. Los cuentos de hadas no existen. Y ahora podía verlo. Los vampiros no eran más que seres sedientos de sangre, capaces de hacer cualquier cosa por conseguirla.

—Estás mal —su expresión cambió.

Dejó toda aquella pinta de chico malo, mostrándome algunos vestigios de arrepentimiento. Su boca se aplanó en una línea, sus cejas se fruncieron hasta casi tocarse. Alzó una mano para tocarme, sin embargo, la dejó caer al ver que yo me apartaba a gran velocidad.

¿Eran ideas mías o había logrado ver una pizca de dolor en su expresión?

Sacudí la cabeza, recordándome que esta era la misma persona que me atacó justo después de que otro vampiro, porque evidentemente también era un vampiro, me persiguiera por estas mismas calles y me dejara herida.

¿Y dónde estaban mis heridas? Recordaba haber besado el suelo, la sangre bajo mi barbilla y mis rodillas lastimadas, pero ahora no había rastro de eso.

Sentí un gran mareo. ¿Era a causa de que me estaba esforzando de más por conseguir los recuerdos de anoche? Agradecí en silencio que su mano me diera apoyo, ayudándome a estabilizarme de nuevo. Esta vez, no lo alejé. Porque no estaba segura de poder seguir de pie por mi cuenta.

—Es a causa de la primera mordida —explicó con suavidad—. Tomará un poco de tiempo para que te acostumbres.

—¿Mordidas? ¿Acostumbrarme? —repetí, histérica—. ¡No volverás a poner un dedo sobre mí!

—No es el lugar para tener esta conversación —negó con la cabeza.

—¡No quiero tener que volver a hablar contigo!

—Solo voy a acompañarte a casa —levantó las manos, suspirando por lo bajo—. No voy a tocarte ni a beber tu sangre. Estás mal y quiero asegurarme que llegas a salvo.

Sonaba de alguna manera sincero. Era extraño. Un atacante, un depredador, un vampiro. Sin embargo, me sentía segura a su lado. Como si ya hubiera demostrado que cuidaría de mí, como si algo en mí gritara que estar con él era lo correcto.

Como si una parte de mí confiara en que cumpliría con su palabra.

Además, si quisiera atacarme, ya lo hubiera hecho y yo no hubiera tenido oportunidad de hacer nada.

¿Eso significaba que era confiable? Porque no me agradaba la sensación de ser su presa.

¿Cómo debía actuar a su alrededor? Era una persona muy difícil de leer. Primero se veía juguetón, indiferente. Parecía que el mundo podría explotar justo a su lado y él no se inmutaría. Pero luego mostraba que había mucho más en él, preocupación, calidez... Honestidad.

¿Por qué debía ser tan difícil? No confiaría en él, pero tampoco veía la manera de sacármelo de encima.

Resoplé, comenzando a caminar en dirección a la casa. Esperaba no estar cometiendo un error, lo que menos deseaba era indicarle mi dirección a un vampiro, pero algo me decía que él ya sabía a la perfección dónde vivía.

—Y... —comenzó, dudoso—. ¿Cuántos años tienes? ¿No eres muy joven para trabajar en un sitio así?

—No es tu asunto.

No tenía fuerza para luchar con él. Estaba agotada y mi cuerpo adolorido. En una noche había confirmado la existencia de los vampiros y además tenía a uno aterrador justo a mi lado. No me sentía muy conversadora y no tenía ganas de fingir que era lo más normal del mundo caminar junto a un vampiro hacia mi casa.

—Solo quiero saber.

—Mi edad no importa —negué con la cabeza—. Es el mejor trabajo que he conseguido en meses. Pagan bien.

—¿Tienes problemas monetarios? —preguntó sin ningún tipo de prudencia.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP