Donovan sabía a peligro y a cigarrillos, aunque apenas y lo había visto fumar. Su piel pálida se sentía tibia, como si estuviera controlando su temperatura para que no me resfriara. Sus labios fueron suaves, con pequeños besos y leves mordiscos.
—No hice esto pare recibir tus besos —dijo a duras penas entre besos.
—No estoy intentando pagarte, solo quiero besarte mucho.
Tomando su rostro entre mis manos, lideré el beso con tanta ansías que temí que fuera a asustarse. Para mí sorpresa, Donovan solo me acercó aún más a su cadera, dejando que nuestros mojados cuerpos se rozaran por encima de la ropa.
La pasión nunca estaba de más, pero no era el centro de nuestra atención. No, el centro de atención era nuestros sentimientos, a flor de piel. Las rosas a nuestro alrededor hacían del lugar algo mágico, el sol calentaba mi espalda, mientras Donovan acariciaba con ternura mis muslos.
Cuando moví mis caderas inconscientemente, Donovan me detuvo con fiereza en mi sitio. Se aferró a mi cintura