Donovan no me soltó, incluso cuando mi nariz dejó de sangrar y mi cuerpo comenzó a sudar un poco debido a su temperatura. A veces su piel era fría como un témpano y a veces era caliente como una hoguera. Polos tan opuestos y a la vez tan complementarios.
La cercanía de Donovan me tenía mucho más nerviosa que la presencia de Raven. Era curioso, pero Donovan era mucho más peligroso y cautivador que aquel vampiro que no era más que un niño.
Tenían muchas similitudes, en sus ojos oscuros y a la vez tan rojos como un rubí. Sus rasgos afilados, sus aires de superioridad. El color negro de su cabello contrastaba con la pálida piel de su rostro. Además, Raven parecía querer imitar a Donovan.
—Suéltame —pedí en voz baja.
—No quiero —respondió, sonando honesto.
Me sonrojé ante el tono ronco en sus palabras, permitiéndome tener un segundo de debilidad.
Cuando Donovan se quitaba esa careta, esa máscara que usaba cada día, siempre me sorprendía. Su actitud solía ser tan burlona, tan indiferente. V